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Hacele decir “talega de pan”

Único en la Pampa Húmeda, Tuca” Martínez además de bombista es luthier de bombos legüeros. Visitamos su casa-taller donde todo pasa en el patio, un ambiente tan cálido como colorido que es imposible de imaginar puertas afuera.

El frente de la casa solo muestra una puerta y una ventana chica, ubicadas a la izquierda de la planta baja de un edificio que pese a tener tres viviendas, es uno de los más alto del barrio Fátima de Junín.

En el fondo de la casa, después de atravesar un pasillo angosto, sobresale una figura inmensa, de brazos tatuados y corte de pelo semi rapado a los costados y crecido en el centro. Es Juan José “Tuca” Martínez (49) que con su metro ochenta y seis está sentado, con un bombo legüero entre las piernas, en una sillita de no más 50 centímetros de altura, de asiento de tiento con pelo y un respaldo diminuto. Todo en el centro de un patio rodeado de paredes repletas de enredaderas, y que termina dando a tres “galponcitos” de instrumentos pintados en amarillo, verde y naranja, con puertas violetas y ventanas azules.

Entre las plantas de tamaño mediano de hojas verdes bien tupidas, unas mesas coloridas, un ejército de cactus en pequeñas macetas y una infinidad de colgantes de adorno en todos los rincones de este patio que nadie imaginaría puertas afuera. En todos los espacios siempre asoma un legüero. Bombo apoyado en el piso, bombos unos arriba de otros, bombo colgado de un listón de madera, bombo arriba de una mesa, bombo acomodado en una silla, bombo recostado sobre el tallo de una planta.

“Estoy todo el día acá. No puedo estar adentro de ningún lugar. Los patios son maravillosos, pero este patio es mi lugar en el mundo. Nos costó mucho dejarlo así porque estaba detonado, y la gente que nos visita cada vez que viene se queda asombrada porque no pueden creer que en el medio de la ciudad hayamos armado este espacio”, dice el “Tuca”.

Bombisto de vocación y luthier de bombos legüeros en Junín, es único en la zona dentro de un oficio que encuentra a la mayoría de los fabricantes artesanales dentro de un radio no demasiado extenso que va desde el norte de Córdoba hacia arriba, con gran foco en la provincia de Santiago del Estero.

El ceibo, madera dura

Para un luthier de bombos no hay libros educativos, la enseñanza es de boca en boca de la mano algunos maestros generosos. También hay prueba, error, algo de audacia, buen oído, afinación y los materiales adecuados, entre los que se destacan los troncos de ceibo de más de 50 años, aros de quebracho blanco, varillas, cuero curtido de vaca y para los parches cueros de cabra de animal adulto porque son más gruesos, tienen mejor sonido y durabilidad. “El cuero lo estaqueo al sol algunos días y después lo utilizo, después de pasarle cenizas para que se seque y no se impregne de humedad”, dice Martínez, quien bautizó a su taller como El Ceibo.

“Empecé a los 8 años a bailar danzas folclóricas donde hacía unos cuadros de bombo en los malambos. Pero me metí en el mundo de la percusión en la adolescencia gracias a mi hermano que es baterista”, recuerda Martínez, abrazado a uno de los bombos que está poniendo a punto y que pertenece al ballet Tierra Madre.

“En mi adolescencia me volqué al rock”, dice riendo. Fue un desliz avisa. “Allá por el 2004 volví a mi gusto de siempre: el folclore, que es mi música. Por esos años empecé a tocar el bombo, aprendiendo sólo porque no había profesores, escuchando y tocando arriba de chacareras y malambos”. En el camino descubrió a dos bombistas que lo marcaron: el “Polo” Román de los Chalchas, al principio, y Julio Paz del dúo santiagueño Coplanacu, su gran referente. “En el 2009 después de viajar por Jujuy regresé por Santiago del Estero y me compré un bombo nuevo y ahí tomé contacto con Néstor Lucheti y empecé a tocar como acompañamiento”, cuenta. Después pisó por primera vez un escenario gracias al grupo Los Marchetto. En paralelo comenzada a desandar no solo su gusto por tocar, sino también su gran pasión: la de fabricar y reparar legüeros.

Del Indio Froilan y otros patios

No hay lugar más popular en todo Santiago del Estero que los patios, no hay bombos sin Froilán «El Indio» González, el más reconocido luthier de la Argentina, poseedor de uno de los espacios más populares de la provincia: “El Patio del Indio Froilán”, comprendido por 4 hectáreas donde están ubicadas su casa, su taller, su patio y su espacio cultural abierto de par en par. Cada domingo desde el mediodía los turistas llegan atraídos por disfrutar de la música y la gastronomía típica, rodeados de monte santiagueño, ahí en las afueras de Santiago Capital.

El “Tuca” Martínez pisó por primera vez “El Patio de Froilán” en el 2009, sin saber que su vida iba a tomar otro rumbo tras la charla con el Indio, que sería la iniciática de muchas más, que después derivaría en una amistad, siempre con el bombo de escusa. “Froilán me abrió su libro”, dice. “¡Es el mejor maestro del mundo!”.

Desde aquellos primeros bombos terminados después de casi 4 meses de trabajo artesanal, a los que hoy elabora en no más de 3 días, pasaron en la vida de Martínez más de 250 bombos fabricados desde cero, sin contar los que arregla cotidianamente, siempre sentado en el patio de su casa, recreando una escena típica de su maestro Froilán. Hoy uno de sus bombos legüeros cuestan en promedio uno 16 mil pesos.

“Esto tiene su secreto y sus cuestiones personales. Lo que uno vuelca en la fabricación y como lo toca. Si no las trasmitís se queda ahí… perdido. Mi idea es poder transferir todo lo que vengo aprendiendo. El bombo tiene millones de combinaciones que hace que puedas hacer una música muy linda”. dice el “Tuca”, sentado en un su patio, uno de los más coloridos y con mejor sonido de Junín.

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