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El Chúcaro: De alambrador a bailarín

El 13 de septiembre es el día del Bailarín Folklórico en homenaje a “el Chúcaro” Santiago Ayala, dueño de una increíble historia digna de un guion cinematográfico.

 “Al bailarín la tierra le sube por las piernas, como la savia a las plantas”. Palabras de quien es, fue y será un inigualable artista, precursor de la danza folklórica escénica, Don Santiago Ayala el gran bailarín… como cantaba Horacio Guaraní en la Zamba que le dedicara en su apogeo.

Apodado el Chúcaro fue un maestro apasionado, un virtuoso e innovador coreógrafo, intérprete multifacético que portaba una estampa elegante y bien criolla.

Un hombre transgresor que supo darle prestigio y difusión a nuestro arte popular desde la danza folklórica, en nuestro país y en el mundo. Abordando diferentes propuestas de raíz tradicional pero plasmadas en proyecciones espectaculares, combinando diferentes técnicas y disciplinas, atendiendo a cada detalle en las composiciones musicales y coreográficas, en el diseño del vestuario y en la selección de temáticas.

El Chúcaro también mostraba una creatividad que maravillaba en cada escenario donde se presentaban sus producciones.

Un artista único en su tiempo que nos ha legado más de 60 obras integrales que hoy forman parte del repertorio que trabaja el Ballet Folklórico Nacional, creado por su iniciativa en 1986, luego de años de tenaz e insistente lucha.

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“Para ser un buen bailarín hay que leer mucho”

Contaba en su hogar con una biblioteca personal donde atesoraba más de 3.000 libros. “Para ser un buen bailarín hay que leer mucho”, decía como una de sus tantas célebres frases que sostenía como baluarte en sus enseñanzas.

Era un lector e investigador incansable, verdadero bibliófilo, tal es así que muchos consideran que su narrativa del movimiento basada en sus amplísimos conocimientos, creó una identidad nacional.

Su talento se fortalecía con una exigencia rigurosa que marcó toda una generación de bailarines que luego se abrieron camino propio, pero continuaron con su impronta, reflejando un estilo generado por el ingenio creador del Chúcaro.

Un artista único en su tiempo que nos ha legado más de 60 obras integrales.

Resulta difícil resumir en pocas palabras la vida de este maestro vanguardista que tanto hizo por nuestra cultura popular, siempre acompañado de bailarinas extraordinarias.

Entre sus bailarinas no podemos dejar de destacar a la bellísima Norma Viola, su alma gemela en la danza y gran maestra que, entre otros tantos aportes, brindó a sus composiciones la técnica de la danza clásica que generó un notable cambio no sólo en la estética sino también en el refinamiento de los bailarines.

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Ambos compartían la misma vocación y la dedicación en el arte, íconos nacionales en el mundo artístico, poetas que se entendían muy bien a través del lenguaje del movimiento.

Juntos supieron darle vida a aquellas leyendas de nuestra cultura, otorgándole a las tradiciones argentinas una categoría escénica, lo cual les permitió iniciar una trayectoria admirable que desde mediados del siglo XX sigue siendo hoy valorada por muchísimos maestros y bailarines folklóricos.

El 13 de septiembre 1994 con 74 años de una vida intensa dedicada a la danza, dejó su tierra amada para seguir zapateando en la eternidad, y en un merecido homenaje cada año en esta fecha conmemoramos el Día del bailarín folklórico.

 Sin olvidar que fue además un hombre de campo con las implicancias de aquellos años, quien desde niño trabajó como alambrador y esto marcó su personalidad, y a pesar de haber aprendido a leer a los 12 años, fue un artista revolucionario indiscutido.

Al Cerro Colorado, morada de su entrañable amigo Atahualpa Yupanqui, es a donde fueron llevadas sus cenizas, cumpliendo con su voluntad y regresando así a su Córdoba natal para convertirse en leyenda.

Por María Eugenia Alvear
Profesora de Historia y de Folklore