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El Circo Criollo, institución artística difusora de nuestra cultura popular

Los hermanos Podestá fueron una de las primeras empresas artísticas circenses de gran peso. Recorramos la historia de este espectáculo dueño de una gran popularidad.

Hacer alusión al circo implica remontarnos a la Antigüedad, donde en los imponentes coliseos romanos ya se presentaban funciones de diferentes características circenses, apuntando por lo general a entretener al pueblo, entre otros objetivos.

Los hermanos Podestá los grandes referentes del Circo Criollo.

Podemos continuar estudiando su desarrollo y  evolución durante la Edad Media, período donde fue adquiriendo mayor desarrollo y nuevas formas. Pero hoy nos ocupa especialmente un circo en particular, el criollo, considerado una institución de difusión cultural, que supo rescatar nuestras acriolladas costumbres, llevándolas a un nivel escénico sin precedentes, siendo este circo correctamente denominado criollo, por reunir en sus propuestas, variadas manifestaciones artísticas de raíz tradicional.

El regreso de la arquería y el control de la mente

Haciendo un breve recorrido histórico, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, quien era aficionado a estos espectáculos, el circo tuvo gran popularidad, sin embargo, su antesala fue la actuación de los volatines (equilibristas, malabaristas y pantomimos) en las ferias de atracciones, donde se podían apreciar distintas propuestas artísticas y ecuestres. entre otras variedades.

Los hermanos Podestá.

Tenemos que destacar que en aquellos tiempos la compañía ecuestre del circo italiano fue una de las más importantes en ese contexto, presentando números de alta escuela en nuestro territorio y llevando adelante espectáculos en ambas márgenes del Río de La Plata.

Pablo Raffetto fue uno de los mayores referentes de la época, un genovés director de pista, atleta y con muchas virtudes más, quien luego se convirtió en un empresario del rubro circense de los más prestigiosos. Como dato anecdótico, fue acompañado en sus giras por un jovencito llamado José Podestá que años más tarde sería el gestor del típico circo criollo que hoy conocemos.

El regreso de la arquería y el control de la mente

Podemos mencionar a muchos otros artistas tanto extranjeros como nacionales, pero citar a los Hermanos Podestá es hacer mención directa al circo criollo. Ellos fueron grandiosos referentes icónicos de esta institución que supo rescatar tradiciones y llevar adelante una puesta en valor de aquellos artistas populares que a fines del siglo XIX sentaron las bases no sólo del circo criollo, sino también del teatro nacional.

Si bien la familia Podestá recorrió distintas regiones de nuestra porción americana llevando su circo a los más remotos rincones imaginados, fue en Montevideo, donde comenzó todo, precisamente en 1878, cuando un grupo de jóvenes volatineros, entre quienes estaban los hermanos Juan, Antonio, José y Gerónimo Podestá, inauguraron el “Circo Arena” bajo el formato de la típica carpa.

Pepino el 88 en acción.

En 1881 alcanzaron gran popularidad, fueron creciendo artísticamente, e incorporando nuevas propuestas, entre las cuales debemos resaltar el original payaso bautizado como Pepino el ´88, habilidoso para las coplas y recitados, bien criollo podemos asegurar.

En esta empresa familiar, poco tiempo después surgió la puesta en escena de Juan Moreira, pantomima gauchesca basada en la novela de Eduardo Gutiérrez. Una estampa criolla, considerada antecedente del teatro nacional.

Con sus columnas María Eugenia Alvear nos ayuda a entender más sobre nuestra cultura.

Es con esta novedosa incorporación que a partir de 1884 podemos hablar propiamente de circo criollo teniendo como característica dos espacios definidos: el picadero para los números ecuestres de pista, los malabaristas, equilibristas, etc. y el escenario, para las representaciones dramáticas, dondeno faltaban además los payadores y la música.

Entre los bailes característicos de nuestro folklore, imposible no nombrar el Pericón con su emocionante figura coreográfica llamada “pabellón nacional” donde todo el elenco del circo bailaba a modo de cierre apoteótico desplegando pañuelos blancos y celestes.

El regreso de la arquería y el control de la mente

Nota aparte merece el ya mencionado Pepino el ´88 encarnado por José  Podestá, quien una noche, a partir de la ausencia imprevista de un payaso, toma su lugar vistiéndose con lo que pudo rescatar, improvisando con cortes un levitón.

Justamente esos cortes parecían en sus formas circulares un par de ochos formando así, sin querer, el número 88 y fue el público presente en esa misma función, quien lo apodó “el ochenta y ocho”. Nacía un nuevo personaje muy gracioso y satírico, su fama fue creciendo velozmente y además de las actuaciones llegó también a publicar sus ocurrentes coplas, lecciones de moral y buenas costumbres, convirtiéndose en una verdadera revolución para la época.

Jose Pepe Podestá, una leyenda.

La tradición familiar que caracterizaba al circo “Podestá” del siglo XIX en nuestro país, le dio un encanto especial, como sostiene Raúl Castagnino en su libro “Centurias del Circo Criollo”, manteniendo su espíritu sacrificado, su andar a bordo de carromatos trashumantes, y un emblema para sus sucesores. Los hermanos Podestá conformaron una de las primeras empresas artísticas circenses de gran significación histórica y cultural que debemos apreciar y valorar como tales.

 

Por María Eugenia Alvear
Profesora de Historia y de Folklore