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De tradiciones y proyecciones

El Malambo sigue vigente en nuestra cultura popular, presente en competencias, peñas, festivales, espectáculos y academias, y a su vez crece y crece su difusión internacional.

Actualmente surgen manifestaciones artísticas que muestran nuevas y diferentes formas de proyectar aquellas prácticas consideradas tradicionales, llevándolas a escena de modos muy atractivos y que generan la admiración del público argentino e internacional.

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Es importante conocer que estas actuales propuestas escénicas tienen sus raíces en ciertas actividades que por varias generaciones se constituyeron en tradiciones, con mayor o menor difusión, y que cuentan con un gran valor cultural y significativo en nuestra argentinidad.

Para remitirnos a la definición del concepto “tradición” podemos parafrasear a Ismael Moya (profesor en Letras y doctor en Filosofía) quien en su libro “Didáctica del Folklore” expresa que es el conjunto de dones que una edad entrega a la que le sucede, para que ésta continúe practicándolas y a su vez también transmitiéndolas; esos dones se conforman en bienes populares, orales, escritos, plásticos, mímicos, musicales, dancísticos etc. que siguen vigentes en el devenir de los años; algunos de estos bienes son tomados por artistas que componen producciones novedosas, creativas, según sus visiones y conceptos, sobre aquellas tradiciones que tanto nos identifican como la danza y la música folklórica.

Con sus columnas María Eugenia Alvear nos ayuda a entender más sobre nuestra cultura.

El reconocido folklorólogo Augusto R. Cortazar ya en los años ´40 del siglo XX observaba que se estaba produciendo un fenómeno al cual llamó “proyecciones”, es decir ciertas expresiones de carácter artístico como las representaciones teatrales y cinematográficas, la música y la danza, etc. a las cuales muchos llaman folklóricas, pero que no lo son en su sentido más estricto, y que podemos decir, son reflejo de tradiciones ya que no se producen en un ámbito natural y espontáneo, sino en el plano de la creación artística destinada al público.

Cortazar afirmaba acertadamente que las proyecciones revelan una inspiración folklórica y que son genuinas cuando están basadas en el conocimiento del valioso complejo folklórico que trata de reflejarse.

Para ejemplificar este fenómeno no podemos dejar de mencionar el Malambo, que cabe definirlo como baile criollo individual y masculino que en el siglo XIX se practicaba en forma de contrapunto entre dos gauchos que se desafiaban zapateando alternadamente, mostrando sus habilidades en una especie de competencia improvisada donde se generaban emocionantes situaciones, apuestas y no faltaban además, fanáticos admiradores de esta práctica tan tradicional que comúnmente se desarrollaba en la Pulperías.

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Sobre los orígenes del Malambo hay varias hipótesis y no mucha documentación, posibles influencias afroamericanas y españolas, seguramente y que luego fue atravesado por el proceso de acriollamiento como muchos de nuestros bailes folklóricos, alcanzando gran popularidad en muchas zonas de nuestro territorio, donde en cada una adquiría características propias.

Hoy podemos clasificar el Malambo en dos estilos bien marcados de ejecución, el norteño de bota fuerte y amplias bombachas y el sureño con bota de potro, calzones cribados y chiripá, datos, entre otros tantos, que marcan visiblemente las diferencias entre uno y otro.

Malevo y su proyección del Malambo a escala mundial.

En estos últimos años el Malambo ha cobrado una trascendencia mundial, gracias a  compañías profesionales de bailarines que han reversionado aquellas formas tradicionales de zapatear, creando, con diversas improntas, nuevas propuestas artísticas donde se combinan zapateos, con bombos, boleadoras y destrezas físicas, sumando además acompañamientos rítmicos fusionados con otros géneros musicales y vestuarios modernos que generan, junto a las composiciones coreográficas, efectos visuales de gran impacto, que deslumbran a quienes tienen la posibilidad de ver estos espectáculos, que se constituyen en un claro ejemplo de aquel fenómeno llamado “proyección” de las tradiciones, que nos adelantaba Cortazar, y podemos agregar que son producto de la llamada “estilización folklórica”, es decir donde cada intérprete, coreógrafo o maestro vuelca su estilo propio.

Concluimos admitiendo que más allá de los gustos personales y las posturas ideológicas respecto de las tradiciones y las proyecciones folklóricas, el Malambo sigue vigente en nuestra cultura popular, presente en competencias, peñas, festivales, espectáculos y academias, y a su vez crece y crece su difusión internacional… Una tradición que no pierde su vigencia y que se proyecta al mundo impactando con su fuerza.

Por María Eugenia Alvear
Profesora de Historia y de Folklore