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“Me gusta vivir en el campo, en una chacra mixta, con arraigo, rodeada de plantas y animales”

Rosana Franco, además de productora, es una de las pocas gremialistas agropecuarias que existen en la Argentina. Enlistada en la Federación Agraria, su lucha pasa por que las mujeres ocupen responsablemente más espacios dentro de un ámbito históricamente ligado a los hombres. Conocé su historia en esta nota.

Rosana Franco es la menor de tres hermanas que provienen de familias de pequeños productores, donde su abuela paterna vino desde España sin saber leer ni escribir y se dedicó a cultivar la tierra en la zona del pueblo bonaerense de Agustina, en noroeste de la provincia de Buenos Aires.

Su familia, a lo largo de estos últimos 70 años fue tambera, ganadera y agricultora.  “Soy una mujer de campo, con campo y con vida de campoMe gusta vivir en el campo, disfruto de vivir en una chacra mixta, con arraigo, rodeada de plantas y animales”, dice.

En 2008, cuando estalló el conflicto de la llamada «125», ella fue una de las mujeres que anduvo de protesta sobre las rutas por la zona de Junín, como la gran mayoría de los productores agropecuarios. Eso sí: autoconvocada por convencimiento propio, sin comprender demasiado lo que significaba el gremialismo agropecuario. “Un día me di cuenta de que yendo a cortar una ruta no iba a lograr nada y en el 2009 me sumé al gremialismo”, cuenta. Así se acopló a las filas de la Federación Agraria Argentina (FAA), la entidad que nuclea a los productores agropecuarios de menor escala productiva.

Aquello que comenzó tímidamente la llevó en el 2015 a ser elegida presidente de la Filial de la FAA de Junín, donde aún continúa. “Siempre mi idea es contar cómo se trabaja en el campo, quiero que la ciudadanía en general entienda qué significa ser productor de baja escala y que tenemos los mismos problemas que la gente de la ciudadDesde la FAA queremos sacar el mito de que somos terratenientes”, explica.

“Todo es muy caro como para poder mantener un campo chico”

Las 200 hectáreas que comparte junto a sus dos hermanas están por la zona de Agustín Roca a pocos kilómetros de la ciudad de Junín, donde también posee su casa. Diariamente va y viene del campo a la casa, y de la casa al campo. La agricultura la tiene alquilada. En sus tierras se produce soja, maíz y trigo para sostener la rotación de los cultivos. La ganadería con unas 30 madres la maneja directamente ella.

“Lo tercerizamos al campo porque es imposible mantener una estructura, comprar herramientas y adquirir máquinas, todo es muy caro como para poder mantener un campo chico”, explica. “Sin dudas se generó una grieta muy grande entre los que pueden comprar máquinas y tecnología y los que no podemos. La tecnología para los que producimos en baja escala nos lleva a desaparecer”, agrega e insiste, por si quedan dudas: “En la Argentina la tecnología nos ayuda mucho para exportar nuestra producción agropecuaria, pero también generó que el pequeño productor se quede afuera porque no puede adquirirla”.

Esos señores del gremialismo

En 2019 se sumó al movimiento de Mujeres Rurales Argentinas que, si bien no tiene muchos años de actividad, se muestra efervescente sobre todo en redes sociales con un mensaje variopinto e integrado por mujeres de diferentes ámbitos.

“Estos últimos años ha cambiado el actor rural, se han incorporado muchas mujeres, quizás falta que se sumen aún más los jóvenes”, afirma. Eso sí, aclara, donde faltan es en el gremialismo agropecuario. “Necesitamos que tanto las mujeres como los más jóvenes terminen de entender que el gremialismo es finalmente el único canal para solicitar los cambios”. Pero se avanza, en Junín ya son seis las mujeres que están dentro de la Comisión Directiva de la FAA.

“El gremialismo tiene muchos señores que han tomado la posta en su momento y que piensan que van a estar hasta el último momento de sus vidas. Tenemos que lograr un equilibrio, con diversidad, donde se pueda escuchar las opiniones de todos. Tampoco creo que la solución sea que haya solo mujeres o mayoría de mujeres”, cuenta.

Estuvimos disgustados con algunas de las otras entidades. Nos cuesta ponernos de acuerdo y eso es una falla que tenemos que mejorar. Tenemos que lograr coincidir para lograr resultados. Hay que trabajar entre todos para que haya más fortalecimiento institucional”, dice.

Entre lo pendiente detalla: mejorar los caminos rurales, reparar los accesos a los campos, solucionar los problemas de seguridad con más móviles rurales, más agentes policiales y más recursos económicos y de equipamiento.

En el campo estamos muy lejos de lo que sucede en la ciudad, por ejemplo, con la conectividad. La política pública tiene que invertir en caminos y conectividad para que el pequeño productor logre rentabilidad más allá de que siembre soja”, dice.

“Hacernos escuchar desde lo que somos”

Para Rosana el feminismo rural es una construcción de todos los días, “hacernos escuchar desde lo que somos”. Construyendo, reconstruyendo y desafiando. En esas instancias anda también Rosana Franco.  “Yo nunca me propuse llegar a ser dirigente y ahora me gustaría ocupar un lugar más importante para poder luchar por otros temas y cambiar algo. Pero no es fácil estar en espacios conservadores con respecto a los puestos dirigenciales”.

Pero no ocupar por ocupar. Dice que los cargos hay que honrarlos y si no hay capacidad, que cada uno o una se vaya a su casa. “Nunca tener un cargo y no considerarlo”, dice esta mujer con vocación gremial y ganas de cambiar el entorno.

Por Diego Abdo