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La Rubia Moreno

En tiempos de guerras civiles y pasiones encendidas, una mujer se hizo leyenda en las tierras santiagueñas. Santos “Rubia” Moreno fue pulpera, madrina, patriota y símbolo de coraje. María Eugenia Alvear recorre su historia.

Rubia Moreno, pulpera gaucha, de falda roja, vincha y puñal… Así comienza la Zamba escrita por Cristóforo Juárez, y música de Agustín Carabajal, que en sus versos describe a una hermosa mujer, de ojos verdes, tez blanca y fuerte carácter, hija de una pareja de vascos franceses que habían llegado a mediados de 1840 a tierras santiagueñas, cerca del Río Dulce, en El Polear, donde instalaron un almacén a la vera del camino Real.

Bautizada con el nombre de Santos Moreno y educada por su padre en un entorno campero, supo manear la hacienda, cabalgar con destreza, y adquirió habilidades con armas blancas. Creció en aquella pulpería que administraba su familia, hasta que su madre falleció y ella se hizo cargo.

Recibía diariamente a gauchos, reseros, troperos, comerciantes, soldados, entre otros clientes. Vestía siempre falda y poncho, llevaba un puñal calzado en la cintura y su cabello recogido en una larga trenza. Fue ganando popularidad, no sólo por su particular personalidad, también por su perfil solidario y amoroso, especialmente con los más pequeños a quienes amadrinaba y como buena cristiana, en su afán de protegerlos, los llevaba a bautizar.

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Con alma de liderazgo, forjó una identidad aguerrida, sin embargo, se entreveraba en juegos criollos como la Taba y el Truco, sabía leer, escribir y además hablaba Quechua, virtudes poco frecuentes en las mujeres de aquella época. Organizaba festejos de Carnaval, práctica que sumada a su buen trato, le generaron gran fama en la zona.

Esta pulpera gaucha, apodada Rubia Moreno, atravesó tiempos difíciles, de conmoción política y fuertes enfrentamientos ideológicos, tomando partido  por quienes se declaraban defensores de la autonomía provincial, donando buena parte de sus pertenencias.

Esta pulpera gaucha, apodada Rubia Moreno, atravesó tiempos difíciles, de conmoción política y fuertes enfrentamientos ideológicos.

Llegó a colaborar con el temido Caudillo santiagueño Antonio Taboada, quien junto a su hermano Manuel, llevó adelante la resistencia en la famosa Batalla en Pozo de Vargas, el 10 de abril de 1867 a pocos kilómetros de La Rioja, en la que participó el destacado caudillo opositor Felipe Varela.

Este fue un histórico enfrentamiento entre unitarios y federales, que también se plasmó en la música popular, en una obra titulada “Zamba de Vargas” que hoy forma parte de nuestro repertorio folklórico tradicional, ya que se desconoce su autor, a pesar de haber sido recopilada por el reconocido maestro Andrés Chazarreta quien hizo posible su proyección. Según algunos relatos la Rubia Moreno habría participado en la mencionada batalla asistiendo a las tropas de los Taboada, donde murió su padre.

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Doña Santos Moreno, continuó su vida a cargo de la pulpería que con dedicación y esfuerzo pudo llevar adelante a lo largo del tiempo; sin descendientes de sangre, pero con hijos de corazón que la llamaban Mamá Moreno y más allá de sufrir la muerte de su esposo Manuel Barrionuevo, sostuvo siempre su inquebrantable temperamento.

María Eugenia Alvear, colaboradora de Pampa Húmeda Hoy.

En 1890, había perdido todo su patrimonio como consecuencia, entre otras causas, de las adversidades políticas, y sumida en la pobreza, el brillo de sus ojos se desvaneció para siempre. En el Cementerio de la Misericordia, en Santiago del Estero, su tumba recibe ofrendas de quienes la recuerdan como la pulpera gaucha de bravo estirpe, mirada intimidante y gran corazón en un tiempo de lucha, con valentía y firmes convicciones.

La Rubia Moreno dejó una huella imborrable en el camino de las mujeres que fueron protagonistas de nuestra historia.

Por María Eugenia Alvear
Profesora de Historia