Los mercados de granos cierran octubre con señales cruzadas: los precios internacionales muestran caídas, pero la relación con los costos internos mejora. En un contexto económico incierto, los productores se aferran a que cada tonelada de soja o maíz rinde un poco más frente a los principales insumos.
El pulso de los mercados agrícolas en octubre trajo noticias agridulces. Mientras los precios de referencia de los granos se movieron a la baja el poder de compra del productor mejoró en la mayoría de los insumos estratégicos. En otras palabras, aunque el maíz y la soja valen menos en dólares, alcanzan para un poco más.
El caso del maíz es el más claro. Los futuros del contrato diciembre cerraron en USD 181,5, tres dólares por debajo del mes anterior, en su nivel más bajo desde comienzos de septiembre. La tendencia sigue siendo bajista, influida por la gran oferta global, especialmente desde Brasil y Estados Unidos. Sin embargo, esa debilidad de precios no se traduce en pérdida de rentabilidad local, porque muchos costos —desde los fertilizantes hasta el gasoil— también retrocedieron o se estabilizaron.
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En la soja, el panorama fue similar. El disponible llegó a marcar un máximo de USD 351 por tonelada en octubre, pero luego retrocedió a USD 341. Pese a la baja, sigue por encima del promedio de los últimos seis meses, lo que sostiene cierto margen para cerrar operaciones con precios convenientes. Aun así, la relación soja/maíz alcanzó su nivel más alto en un año: la oleaginosa perdió menos terreno que el cereal, algo que reacomoda las decisiones de siembra de cara a la nueva campaña.
En relación a cuántos kilos de grano hacen falta para comprar bienes o servicios básicos de la producción en el caso de la soja, el número es elocuente: se necesitan menos kilos para adquirir glifosato, gasoil o pagar un flete que hace un año. Por ejemplo, el productor requiere ahora 12,5 kilos de soja por litro de herbicida, un 14% menos que en 2024. También se necesitan menos toneladas para comprar una cosechadora o una pick-up, lo que refleja un alivio en el costo relativo de los bienes de capital.
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En el maíz, la tendencia es similar. Aunque el precio del grano cayó, la relación frente al flete, el gasoil y las cosechadoras muestra mejoras notorias. El índice flete/maíz se ubica en el nivel más favorable de los últimos 16 meses, y para adquirir una cosechadora se requieren 453 toneladas menos que hace un año. Solo los fertilizantes mantienen una relación algo más desfavorable: la urea sigue un 17% por encima del valor relativo de 2024, afectada por la volatilidad del mercado energético internacional.
Estas cifras ayudan a entender por qué, pese a la cautela general de la economía, el ánimo del sector agrícola se mantiene en pie. La relación insumo-producto actúa como una especie de termómetro real de la rentabilidad: cuando mejora, hay margen para invertir, renovar equipos o animarse a decisiones de mayor riesgo.
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A nivel global, la oferta y la demanda de granos continúan en un frágil equilibrio. La producción mundial de soja se mantiene estable, con un leve repunte en Brasil que compensa las caídas en Argentina. En maíz, el aumento de la producción brasileña y estadounidense sostiene los stocks y presiona los precios, aunque los márgenes comerciales siguen siendo razonables para los exportadores sudamericanos.
La campaña 2024/25 avanza con una cosecha temprana que ya cubre el 27% del maíz intencionado, y todo indica que el país podría superar las 60 millones de toneladas. Es una cifra alentadora si se considera que, un año atrás, las secuelas de la sequía todavía condicionaban la planificación y el rendimiento. En soja, la menor superficie sembrada —alrededor del 8% menos— limitaría la producción total, aunque los precios todavía ofrecen oportunidades de cobertura.
La mirada sobre los próximos meses dependerá, como siempre, de la estabilidad macroeconómica. Con un dólar volátil y tasas en alza, cada decisión de fijar precios o cerrar compras de insumos implica cierto riesgo. Sin embargo, los números del informe muestran que, en términos relativos, el productor hoy compra más con menos. Ese pequeño cambio, en un contexto de tanta incertidumbre, se percibe como una buena noticia.
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Más allá de los números, el movimiento de las relaciones insumo-producto deja una lección: la eficiencia puede compensar la volatilidad. Cuando los costos bajan y los precios se sostienen, incluso modestamente, se abren oportunidades para planificar mejor. Muchos productores ya lo entienden así: prefieren aprovechar este momento para reordenar cuentas, ajustar logística y prepararse para un 2026 que, según las proyecciones, podría ser más estable.
Si algo caracteriza al campo argentino es su capacidad para encontrar equilibrio entre las turbulencias. Aun con precios internacionales en baja, la mejora de los indicadores internos genera un respiro.










