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La historia de IPPLIS y la nueva cultura del helado

Desde un pequeño local de barrio hasta una red de ocho sucursales en la región, IPPLIS transformó el helado artesanal en un producto de todo el año. Con innovación, trabajo en equipo y una mirada moderna sobre el consumo, Tomás Morán impulsó una marca ciudadana que combina tradición, calidad y nuevas tendencias.

 

Durante años, el helado fue sinónimo de verano. Pero ese ritual estacional fue mutando, y hoy el helado se convirtió en un compañero durante todo el año. Esa transformación cultural tiene protagonistas silenciosos: los heladeros artesanales que, con creatividad, trabajo y una mirada moderna sobre el consumo, redefinieron la manera en que los argentinos disfrutan de este producto. En Junín, uno de esos nombres es IPPLIS, la heladería fundada por Tomás Morán.

Tomás Moran, dueño de IPPLIS.

El proyecto nació hace poco más de cuatro años y medio, en un pequeño local de la avenida Padre Respuela. Entre tachos, frío y entusiasmo, comenzó una historia que creció más rápido de lo que su propio creador imaginaba. En ese espacio donde se elaboraba todo “medio amontonado”, IPPLIS dio sus primeros pasos cuenta Morán. Lo que empezó como una propuesta barrial se transformó en una marca con identidad propia, que hoy tiene tres locales en Junín y cinco más en otras localidades como Pergamino, 9 de Julio, Chacabuco y Chivilcoy.

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“Eso de que el helado era un producto estacional ya cambió hace unos cuantos años. Ya se transformó en un producto de consumo durante todo el año”, dice Morán. Desde el primer día, la elaboración se mantuvo centralizada en Junín, donde funciona la planta principal y desde donde se distribuyen los productos a cada franquicia. “Salir de Junín” fue más que una decisión comercial: fue una apuesta por demostrar que una idea nacida en el interior puede expandirse sin perder calidad ni cercanía.

El desafío fue sostener la identidad de marca y garantizar que el sabor, la textura y la experiencia se repitieran en cada punto de venta. Para eso, IPPLIS no solo distribuye el helado terminado, sino también acompaña a cada franquicia con asistencia permanente. La marca se propuso que cada cliente, sin importar la ciudad, sienta que está probando un helado hecho en Junín.

Pero la historia de IPPLIS no se entiende sin su costado creativo. En cada heladería hay un mostrador que funciona como laboratorio, donde los sabores clásicos conviven con las tendencias cuenta Morán. En Argentina, el dulce de leche sigue siendo el rey indiscutido. En IPPLIS, los preferidos son el dulce de leche tradicional, el granizado y una versión más moderna llamada “dulce de leche explosión”, que combina el sabor familiar con trozos de merengue bañado en chocolate.

En los últimos años, el pistacho resurgió como una estrella entre los sabores premium, y los cítricos con base al agua se convirtieron en una alternativa buscada durante los meses de calor. “Es raro que por ahí discontinuemos algún sabor. Siempre están, siempre, siempre están”, cuenta Morán.

Pasión, familia y deporte

El desarrollo de un sabor no nace en un escritorio. Es, más bien, un ejercicio colectivo. En IPPLIS, las ideas surgen de las charlas entre quienes elaboran, atienden o simplemente disfrutan el helado. Una recomendación de un cliente, una anécdota de viaje o una moda extranjera pueden encender la chispa de un nuevo producto. Luego viene el proceso de prueba y error, la búsqueda del equilibrio perfecto, el ajuste de la fórmula hasta que el helado tenga el carácter que la marca busca transmitir.

En ese proceso también aparece otra transformación: la del paladar. El consumidor cambió. Hoy se busca un helado menos dulce, más natural y con una textura que invite a disfrutar sin saturar. “La tendencia a nivel mundial es que vaya bajando la intensidad del dulce en el helado. Antes terminabas de comer helado y te picaba la boca, ahora eso no se da porque los helados son menos dulces que antes”, desarrolla.

Los helados bajaron su nivel de azúcar y se volvieron más equilibrados, al punto de que en algunas ciudades europeas reemplazan incluso una comida liviana.

La expansión, sin embargo, no fue solo una cuestión de sabores. Implicó también un crecimiento en infraestructura, empleo y logística. Con la apertura de nuevas franquicias, la fábrica debió aumentar su capacidad de producción, incorporar personal y sumar un camión propio para la distribución. Morán entiende esa decisión como una inversión: apostar en invierno para llegar al verano preparados.

En el fondo, la historia de IPPLIS, es la de una marca que se basa en una identidad ciudadana que pudo construir calidad, pasión y futuro.