Con más de 50 años dedicados a la investigación y desarrollo del girasol en Argentina, la ingeniera agrónoma comparte cómo convirtió su trabajo en una pasión, las dificultades que enfrentó en un ámbito dominado por hombres y su anhelo de ver al girasol competir de igual a igual con la soja.
En el mundo de la agronomía y el cultivo, Amelia “Baby” Bertero se destaca por haber hecho del girasol su pasión, convirtiéndolo en el centro de una carrera que ha abarcado más de cinco décadas. Con una trayectoria marcada por descubrimientos técnicos y por su empeño en un cultivo muchas veces relegado, Amelia ha logrado posicionarse como una autoridad en el campo de la mejora y resistencia del girasol. Pero este trabajo para ella es mucho más que un deber profesional: “Es un enamoramiento”, asegura. Entrevistada en el podcast Estamos Rodeados cuenta: “Empecé a trabajar en girasol y era como una guerra interna; pero llega un momento en el que te enamorarás del cultivo, te incita a que sigas investigando.”
Desde sus primeros días, su camino estuvo lleno de desafíos. Al ingresar a trabajar en el INTA y luego en la Compañía Continental en Junín, Amelia se encontró no solo con el reto técnico de perfeccionar el cultivo, sino también con un entorno dominado por hombres. “Hace 50 años, la sociedad era un poquito más machista que ahora”, recuerda. Sin embargo, en ese contexto, ella pudo abrirse camino a través de su dedicación y enfoque en resolver problemas de sanidad en el girasol, como las enfermedades que reducían su rendimiento. Esto, dice, fue la clave de su éxito en el campo: “Entré por la puerta de atrás, no por la parte de las perfecciones. Entré por las enfermedades, tratando de lograr rendimientos estables, y eso fue mi ventaja.”
“El productor agropecuario argentino es reconocido a nivel mundial por la adopción de tecnología”
La competencia de la soja y el futuro del girasol
Amelia Bertero se muestra realista al hablar sobre la historia del girasol y su rivalidad con la soja. Durante décadas, el girasol fue relegado a suelos de menor calidad, mientras que los lotes mejores se destinaban a otros cultivos. “El girasol siempre fue la paria de los cultivos porque le daban los peores suelos”, explica. Sin embargo, a lo largo de su carrera, Bertero buscó darle un espacio más competitivo y digno en el mundo de la agricultura argentina. Desde sus trabajos en el INTA de Pergamino hasta su rol actual como vicepresidenta de la Asociación de Ingenieros Agrónomos de Junín (AIAJ), ha intentado mostrar el valor que el girasol tiene para el país, especialmente en un contexto de cambio climático.
A sus ojos, el girasol es el ganador indiscutido en términos de adaptación a la sequía, una cualidad vital en un contexto de condiciones ambientales extremas. “El girasol se adapta a condiciones muy adversas. Necesita humedad para desarrollarse, pero después se banca la falta de agua en el perfil mucho más que un maíz o una soja”, explica. Este atributo lo convierte en una opción más viable a largo plazo, mientras que otras especies luchan por adaptarse a las cambiantes realidades climáticas.
El desarrollo de una investigadora y su impacto en el campo.
Bertero atribuye gran parte de su éxito a quienes la apoyaron y le enseñaron en su carrera. Entre ellos, menciona al ingeniero Vázquez, quien le dio la oportunidad de trabajar en el desarrollo de híbridos de girasol resistentes a enfermedades. Juntos, formaron una “dupla muy fuerte y consistente”, en sus palabras, que le permitió aplicar sus conocimientos en patología y mejorar la calidad genética del cultivo. Con el tiempo, se ha convertido en una investigadora reconocida y respetada, ganadora de numerosos premios, entre ellos uno de los máximos galardones internacionales en el ámbito del girasol en 2016.
Pero, fiel a su estilo modesto, Amelia no se detiene en los reconocimientos. “Yo me considero una mujer con mucha suerte porque siempre tuve puntales que me apoyaron muchísimo”, comenta. Y es que para ella, el trabajo no es un fin en sí mismo, sino una forma de contribuir a un objetivo mayor, algo que transmite con entusiasmo a los jóvenes que están comenzando en la agronomía.
“El girasol es casi como un laberinto, vos sabés por donde entras, pero no sabes cuál es la puerta por la que tenés que salir porque tiene tantas tantas vueltas”, dice.
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El cambio en la educación y el conocimiento en el agro
Para Amelia Bertero, el conocimiento en agronomía ha avanzado a pasos agigantados desde sus inicios. Hoy en día, la juventud que sale de las universidades, señala, cuenta con herramientas que en su época no existían. “Me siento en el vagón de cola, porque el conocimiento con el que salen los jóvenes en este momento es impresionante”, admite. “El conocimiento que ofrecen universidades como la de Esperanza, de donde yo me recibí, o la UBA, que es un ejemplo, ahora es muchísimo mayor. En mi época no lo teníamos, no porque la universidad fuera mesquina, sino porque la ciencia no había avanzado tanto.”
La visión de futuro y un deseo de cumplir.
Al preguntarle si tiene algo pendiente, Baby sonríe y responde con sinceridad: “A esta altura, es como que el lugar tiene que quedar para la gente joven”. Sin embargo, hay un deseo que todavía alberga en su corazón: ver al girasol competir de igual a igual con la soja. “Me gustaría ver un empate, aunque sea técnico, con la soja. Fue nuestra competidora en el espacio durante tanto tiempo”, comenta. Y aunque sabe que es una meta ambiciosa, confía en el potencial del girasol para recuperar el terreno que ha perdido en el mercado agrícola argentino.
“No hablo ni del maíz ni del sorgo o de ningún otro cultivo de verano, estoy hablando pura y exclusivamente de la soja, que desde ya que tiene sus virtudes y las tenemos que respetar, pero una ensalada de soja con aceite de girasol, es muy rica sería como el empate final”, dice con ironía.
Para Amelia, el girasol es mucho más que un cultivo. Es un símbolo de perseverancia y resistencia que refleja su propia vida, una vida que ha dedicado a un trabajo que ella describe, más que nada, como una pasión.