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Martín Treachi: el arte como vida, el campo como mirada

Nacido en Vedia y radicado en Junín, Treachi es un artista autodidacta que pinta con lo que encuentra y retrata lo que conoce: el campo, los márgenes, la vida sencilla. Su obra, hecha sobre soportes descartados, refleja una identidad rural y una mirada sobre la existencia cotidiana.

Hay artistas que se forman en academias, otros en museos, y hay quienes —como Martín Treachi— se forman en los márgenes: en los patios con gallinas, en los caminos de tierra, en las escuelas agrotécnicas, en los objetos descartados que cobran nueva vida. Nacido en Vedia y radicado en Junín desde joven, Treachi es un pintor que lleva el interior en la piel y en la paleta. Su obra, poblada de gallos, trabajadores rurales, perros y gatos, está atravesada por una mirada sensible y cruda sobre la existencia, el paisaje y la precariedad.

Treachi pinta lo que vive, vive como pinta. Con recursos modestos, con mirada honesta, con compromiso con lo que lo rodea.

“Creo que mi mirada artística se influyó mucho de los paisajes tanto de mi ciudad natal como de mi ciudad de formación”, dice Treachi. En sus primeros veinte años de vida, estuvo en constante contacto con el campo y los trabajadores rurales. Esa experiencia, aunque vivía en el centro de Vedia, se volvió constitutiva: “Andaba mucho por los márgenes de la ciudad, por campos de amigos, aventuras de campo, pesca, caza… naturaleza, mucha naturaleza, gomera”.

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Ese universo se filtró en su obra. “Ya con formación artística, mi arte se volvió totalmente apuntado a esa mirada”, resume. Para Treachi, el arte no es un oficio ni una profesión: es un modo de vida que lo acompaña desde que tiene memoria. En su casa no había un ambiente propicio para el arte, pero una tía que vivía en Buenos Aires tenía cuadros y libros que lo fascinaron. “Ahí creo que empecé a interesarme. Después ya agarré un poco más el lápiz, empecé con historietas. Me llamaba mucho la atención la figura humana, así que empecé por ese lado”.

Instalado en Junín, su trayecto artístico se desarrolló entre la formación académica y la experimentación autodidacta.

Ya instalado en Junín, su trayecto artístico se desarrolló entre la formación académica y la experimentación autodidacta. Aunque no se recibió, asegura que su carrera se construyó fuera del sistema formal. “Lo más grueso de mi carrera lo hice de forma autodidacta, con las herramientas de la escuela y de haber pasado por esa formación”.

Vivir en Junín fue un cambio importante, pero no lo desvió de su eje: “Quería tener esa mirada de pueblo, que Junín también tiene. No me dejé llevar tanto por el tema de la ciudad. Vivo en un barrio periférico y tengo un patio con animales. Sigo recreando o inventándome ese paisaje que es lo que represento en mi obra”.

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Treachi pinta su mundo, su entorno: los trabajadores del campo, los márgenes sociales, la humildad cotidiana. “Mi influencia folclórica está muy presente. Gallo, perro, gato, y de todo un poco. La existencia, la tierra y la cotidianidad se reflejan en mi obra por los soportes, por los temas y por los colores”.

El arte como hallazgo

Hay una constante en su camino como artista: los soportes alternativos. Treachi no trabaja con lienzos ni materiales de lujo. Recolecta lo que otros descartan, y sobre eso construye. “Los soportes son alternativos por una necesidad de crear, por escasez de recursos. Casi siempre trabajé de otra cosa no relacionada con el arte, así que de donde estaba rescataba algo y me lo llevaba a mi casa. Pasaba por la calle, me encontraba algo tirado y ahí empezó mi necesidad y mi relación con los soportes no convencionales”.

“Creo que mi mirada artística se influyó mucho de los paisajes tanto de mi ciudad natal como de mi ciudad de formación”, dice Treachi.

Donde otros ven basura, él ve posibilidad. Donde otros ven restos, él ve territorio artístico. “Lo que algunos ven como descarte, yo lo veo como posible soporte. Y creo que la técnica, los colores y el tema de mi trabajo se refuerzan con ese soporte de descarte. El soporte no es un detalle: refuerza la obra, la temática, y hace todo un lindo conjunto. Siempre pienso el motivo con relación al soporte, o el soporte me dispara el tema”.

Identidad del interior

Para Treachi, el arte del interior tiene una fuerza propia, una identidad que lo conecta con lo universal desde lo particular. “Creo que, si bien el arte es universal, el arte de la provincia y del interior tiene o tiene que tener su identidad, para que a su vez sea universal”, sostiene.

Treachi pinta su mundo, su entorno: los trabajadores del campo, los márgenes sociales, la humildad cotidiana.

En su obra se ven reflejadas “el trabajo rural, el contexto donde me crié, muchas cosas de la ciudad que no se ven, pero que están: las orillas, los marginados, la precariedad”. Su pintura es también un testimonio social, una manera de dar visibilidad a lo que suele quedar fuera del foco. “Eso tiene que ver con la vivencia de haber estado en contacto con gente y contextos de necesidad, con gente humilde”.

Soñar sin pedir nada

Cuando se le pregunta por sus sueños artísticos, Treachi duda. “No sé si pienso mucho en eso… Se me están dando los sueños. Por ejemplo, llegar a exponer en Buenos Aires, que hace poco cerré una muestra con gente que está en el circuito del arte, que antes admiraba en libros o por las redes, y que ahora me dicen que mi obra les gusta. La verdad, es un sueño”.

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No hay en su voz euforia, sino gratitud. No hay urgencia de reconocimiento, sino una búsqueda silenciosa que se va abriendo camino. “Uno lo hace sin esperar nada a cambio, pero el arte te da todo”, resume.

Treachi pinta lo que vive, vive como pinta. Con recursos modestos, con mirada honesta, con compromiso con lo que lo rodea.