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Día Nacional del Gaucho: la voz eterna de una identidad argentina

A 152 años de la primera edición de El Gaucho Martín Fierro, la obra de José Hernández sigue iluminando la memoria colectiva. Entre denuncias sociales, luchas políticas y símbolos que mutaron con el tiempo, el gaucho perdura como figura clave de nuestra cultura y emblema de libertad, resistencia e identidad nacional.

El 6 de diciembre de 1872, se concretaba la primera edición de una emblemática obra gauchesca, titulada “El Gaucho Martín Fierro”, de gran impacto, popularidad y vigencia a lo largo de los años. Su autor José Hernández, escritor, periodista y político, presenta en sus versos un fuerte alegato denunciando las atrocidades perpetuadas por el gobierno en aquella época, período en el cual el poder estaba en manos de Mitre, sucedido por Sarmiento.

La ida”, primera parte de este poema, acervo telúrico que reúne componentes gauchescos y originarios, es un fiel reflejo de lo que acontecía durante la segunda mitad del siglo XIX, una extraordinaria narrativa sobre sucesos que el personaje protagoniza a lo largo de su vida. El título responde a la admiración de Hernández por Martín Miguel de Güemes, y Fierro por la fuerte connotación que guarda esta palabra, sus primeros versos relatan situaciones extremas, trágicas, violentas, el desarraigo, la pérdida de la familia, la desigual distribución de las tierras, el abuso en las condiciones laborales y militares, entre otros males.

El legado del Patriarca del Folklore

En cambio, en la segunda parte, “La vuelta”, publicada en 1879 nos encontramos con un personaje reflexivo, que luego de varios años de vida errante, agotado, logra regresar a sus pagos. José Hernández ferviente opositor de la política mitrista y crítico acérrimo de los unitarios a quienes consideraba una secta sanguinaria, fue perseguido por la agudeza de sus palabras, no escatimaba verdades y esto le valió el ensañamiento de Sarmiento quien puso valor a su cabeza, qué ironía, justamente aquel letrado que sostenía “las ideas no se matan”, persiguió obsesivamente a quien no coincidía con su ideología, la leyenda debería decir “mis ideas no se matan, las ideas de otros se prohíben”, firma: “el padre del aula”…

Güemes quien a sus tropas de caballería las llamó con honor “Gauchos Infernales”.

Muchos años antes de que esta obra tuviera importantes repercusiones, fue Güemes quien a sus tropas de caballería las llamó con honor “Gauchos Infernales” por su compromiso y coraje en la lucha independentista, sin embargo, en el devenir histórico, la imagen del gaucho y la connotación de este vocablo, fue tomando diversas significaciones, aunque es innegable que siempre fue protagonista más allá de las circunstancias, presentándose en múltiples facetas: el caudillo como líder social, el vagabundo fuera de la ley, un humilde peón de campo conocedor de las diversas tareas rurales y eximio jinete, aquellos destinados a la leva militar, o el estanciero hábil para las operaciones agrícolas-ganaderas, virtuoso payador guitarrero, galante bailarín y hasta santo popular, y por qué no, actor en el circo criollo e integrante de los centros tradicionalistas.

A 200 años de la muerte de Güemes, se enaltece la figura del Gaucho

Leopoldo Lugones, fue quien consagró en 1905 a los gauchos como Héroes de la Patria, en su obra “La Guerra Gaucha”, devolviéndole este honor y catalogando, unos años más tarde, al “Martín Fierro” como el poema nacional por excelencia. Esto acontecía en medio de las olas inmigratorias, cuando se presentó la necesidad de rescatar la identidad nacional, hubo por parte de las clases dirigentes conservadoras que intentaron “blanquear” la imagen del gaucho, atribuyéndole una única descendencia española, negando sus orígenes mestizos, y generando, por ejemplo, que la elitista Sociedad Rural sea representada por imponentes gauchos dotados de la selecta herencia española.

Hoy reconocemos al gaucho como vehículo de transmisión popular, más allá de las posturas contrapuestas y los debates literarios e ideológicos.

Esta errónea postura, impuesta con notables intenciones negacioncitas, da un saldo particular, ya que tenemos un curioso antagonismo que forzó la imagen del gaucho hacia el sector opresor, pero sin poder evitar que el gaucho rebelde, en busca de justicia, fuera tomado como emblema de los sectores oprimidos, los más vulnerados y explotados entre quienes se encontraban muchos inmigrantes.

Hoy reconocemos al gaucho como vehículo de transmisión popular, más allá de las posturas contrapuestas y los debates literarios e ideológicos, recordando los versos que nos legó Hernández, muchos de los cuales tienen plena vigencia. Ser gaucho es ser argentino, es reivindicar los valores de hombres y mujeres que hicieron de esta tierra, una Patria libre, ser gaucho es llevar en alto la bandera de la cultura tradicional argentina.