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El INTA en la mira del Gobierno: voces juninenses frente a la “modernización” del organismo

En el marco de un plan de reestructuración estatal, el Gobierno nacional implementará una profunda transformación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria. ¿Modernización o vaciamiento? En Junín, referentes del sector agropecuario expresan su preocupación y aportan su mirada sobre el futuro del organismo.

Por estos días, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) está en el centro de la escena. En sintonía con la política de ajuste y reforma del Estado que impulsa la administración de Javier Milei, el organismo técnico más importante del agro argentino podría atravesar una reestructuración profunda. El Gobierno habla de “modernización”, pero puertas adentro del sector crecen las dudas sobre el verdadero alcance de las medidas.

Franco subraya que INTA “tiene que ser un instituto que ayude a los productores, sobre todo a los de menor escala”.

Creado en 1956, el INTA tiene una extensa trayectoria en la generación y transferencia de conocimientos para el desarrollo agropecuario. Con una red de experimentales y agencias de extensión en todo el país, su trabajo ha sido clave para el avance tecnológico del sector. Sin embargo, en las últimas décadas el organismo fue objeto de críticas por su burocratización, la pérdida de territorialidad y la politización de su conducción.

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Desde el oficialismo, amagaron con una fusión del INTA con otros institutos como el INTI (Industria), el Senasa (Sanidad) y el Conicet. Si bien los detalles no están confirmados, el temor a despidos masivos, cierres de experimentales y pérdida de capacidad técnica encendió las alarmas en todo el país.

Lo cierto que la llamada “modernización del Instituto, de la que no se conocen detalles, implicarían la reducción del actual plantel, de 6.000 personas a 4.500, y la disponibilidad de miles de hectáreas de campos para ser subastadas.

Esponda: “El INTA fue clave para el desarrollo tecnológico. Cualquier productor que quería producir en otra zona se acercaba a una experimental y ahí encontraba toda la información”.

En Junín, tres voces representativas del campo local expresaron su postura frente al incierto futuro del organismo.

“Modernizar sin vaciar”

Hernán Guibelalde, presidente de la Sociedad Rural de Junín, productor agropecuario coincide con la necesidad de modernizar al INTA, pero advierte sobre los riesgos de una reforma mal encaminada. “Creo que todos coincidimos en que el INTA necesita aggiornarse, modernizarse, pero sin perder su esencia: estar cerca del productor, con presencia territorial real, y aportando conocimiento técnico, ensayos y soluciones concretas para el campo argentino”, afirma.

Guibelalde hace una clara distinción entre ordenar y debilitar: “Una cosa es ordenar, hacer más eficiente el uso de los recursos, y otra muy distinta es vaciar o debilitar una institución clave. Si los cambios apuntan a reducir personal técnico o cerrar experimentales en el interior, eso va a perjudicar directamente a los productores”.

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Además, remarca que por su contacto con otros productores agropecuarios existe una demanda real de mayor presencia territorial del organismo: “Se necesita un INTA más ágil, más enfocado en la transferencia de tecnología y en acompañar los desafíos actuales: sustentabilidad, uso eficiente del agua, herramientas digitales. El INTA del futuro tiene que estar bien anclado en cada región, con equipos técnicos que recorran los campos y trabajen codo a codo con las instituciones locales”.

Guibelalde: “Una cosa es ordenar, hacer más eficiente el uso de los recursos, y otra muy distinta es vaciar o debilitar una institución clave”.

“No es lo mismo reestructurar que cerrar”

Para Rodrigo Esponda, productor agropecuario y concejal de Junín, la clave está en no confundir reforma con desmantelamiento: “Siempre se puede mejorar, siempre hay que estar abiertos a reestructurar organismos para optimizar recursos. Pero una reestructuración es muy diferente a un cierre, o a una fusión forzada con organismos que nada tienen que ver.”

Esponda reivindica el rol histórico del INTA como guía técnica para productores en distintas regiones: “El INTA fue clave para el desarrollo tecnológico. Cualquier productor que quería producir en otra zona se acercaba a una experimental y ahí encontraba toda la información. Eso no puede perderse”.

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Y, aunque reconoce que hubo una politización del organismo, pide volver a su esencia técnica sin destruir la estructura: “Volvamos a esa herramienta técnica, pero defendiendo la estructura del INTA. No se puede hacer un ajuste con motosierra. Todos estamos dispuestos a debatir mejoras, pero el INTA nos dio muchísimo como país. No es solo una herramienta del productor: es una herramienta para el desarrollo nacional.”

“Que cumpla su función, sin política ni burocracia”

Desde una mirada distinta, pero no exenta de matices, Rosana Franco, presidenta de la Federación Agraria Argntina filial Junín, y productora agropecuaria se muestra en general de acuerdo con el diagnóstico del Gobierno sobre el estado actual del INTA: “Está siendo muy grande, ineficiente, y reestructurarlo sería reacomodarlo dentro del desorden que tenía”.

Franco reconoce el valor del INTA en áreas como agricultura familiar o economías regionales, donde su presencia aún es fundamental, pero también señala que en zonas como la región núcleo su rol es cada vez menor: “En temas como maíz, soja o trigo, el INTA ya no actúa tanto. Pero en otras regiones está cumpliendo un rol clave.”

Sobre el futuro del organismo, pide recuperar su esencia técnica, sin influencias partidarias: “Tiene que ser un instituto que ayude a los productores, sobre todo a los de menor escala. Con técnicos capacitados, sin burocracia, sin cargos políticos, y que cumpla la función por la que fue creado”.

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La discusión sobre el futuro del INTA expone cómo lograr un Estado más eficiente sin desmantelar capacidades estratégicas para el desarrollo productivo. En el campo argentino, y especialmente en el interior profundo, la presencia del INTA sigue siendo un activo valorado, aunque necesite reformas.

Las voces de Junín coinciden en que hay mucho por mejorar, pero también marcan un límite claro: el riesgo de destruir una herramienta clave en nombre de la eficiencia. La pregunta no es solo si el INTA debe cambiar, sino cómo, para qué y al servicio de quién.

 Diego Abdo.