Por Diego Abdo. Un equipo de apasionados docentes, una antropóloga, un geólogo y una paleontóloga dedican sus días a la búsqueda de restos fósiles que hablen de la prehistoria en Junín a la vera del río Salado .
El de los Marchetto no es un apellido en extinción. Solo en la casi extinta guía telefónica en papel de Junín hay un listado de cerca de 50. José María forma parte de esta gran familia y es ante todo un pedagogo colmado de paciencia, que la utiliza en su trabajo diario de observación y búsqueda de restos fósiles en toda la región de Junín, fundamentalmente en las costas del entrañable río Salado. Para explicar sus búsquedas lo hace ordenándose con parsimonia en su relato, para contar todo de principio a final, siempre con una voz amistosa.
Es docente ante todo. Desde hace 16 años forma parte del Museo Legado del Salado junto a un grupo de personas amantes del rescate de restos fósiles y la exploración de pedazos de prehistoria que ayuden a contar el presente con más recursos. Todo sucede aquí en el corazón del noroeste de la provincia de Buenos Aires, caracterizado por los hallazgos de una gran variedad y cantidad de especies que conforman a la llamada megafauna.
Entre los rescates se extraña el 2018, año en que el Museo pegó un revuelo mundial cuando fueron encontrados en el yacimiento paleontológico a la vera del río Salado el cráneo y la mandíbula de un oso gigante, que remitía a fines del Pleistoceno. El hallazgo de este Arctotherium (oso de América del Sur, que habitó hace más de 10.000 años) fue como haber encontrado una aguja en el pajar, aunque en este caso sería la segunda aguja porque unos 20 años atrás también fue hallado otro cráneo en la misma zona. También en el 2018 se encontraron fragmentos de una falange y de un metapodio -huesos de la mano o pata- de un tigre dientes de sable.
Aquel hallazgo de un cráneo de oso gigante puso en valor no solamente a las costas del Salado sino que revalorizó el trabajo silencioso del equipo del Museo. El profesor Marchetto explicaba por aquellos días al National Geographic que el descubrimiento fue asombroso porque estaba prácticamente completo, “le falta lo que sería el pómulo derecho, el arco cigomático y parte del maxilar; luego, tiene hasta las dos ramas mandibulares, aunque también carece de la pieza que une a ambas mandíbulas”.
El cráneo de un Arctotherium rescatado en 2018 fue un revuelo mundial. Encontrar restos fósiles de esta megafauna que llegaba a pesar más de una tonelada es pan caliente para este grupo de rescatadores del Museo conformado por la paleontóloga Natalia Lucero, la antropóloga Leticia Balocco, Juan Pablo Franco, el profesor José Ignacio Zuccari y el geólogo Carlos Scandolera. “También tenemos gente que colabora ya sea avisando cuando ven algún resto para que lo rescatemos o ayudándonos en algún rescate”, dice Marchetto. El Museo tiene también un nombre y apellido: la profesora Marcela Torreblanca quien hoy está a cargo de la ONG vinculada. Su empuje por 1996 fue el inicio de todo lo que vendría después.
A la caza de los restos fósiles
Cuando hay algún indicio, cuando alguien informa sobre alguna pieza extraña, cuando baja el agua, cuando sube el río… el equipo sale otra vez a la prospección de la zona. Y una vez detectado el material se toman las coordenadas geográficas, se fotografía todo y se busca que sea directamente la tierra y la pieza la que hablen por sí solos para arribar a datos certeros. Una vez rescatado el resto fósil se lo almacena y se lo preserva de cualquier daño. Luego viene la clasificación y el fichaje, y si el material lo amerita continúa por un examen científico ya más a largo plazo. Después el profesor Marchetto comienza con lo que más le gusta: la transmisión cultural hacia la comunidad a través de recorridas por los colegios contando a los alumnos sobre los detalles de lo hallado.
“Cuando se extrae la pieza se lo lleva al Museo para limpiarlo, consolidarlo o arreglarlo si está en mal estado y después se hace un fichaje con todos los datos y se lo almacena o expone para que los científicos continúen trabajando”, cuenta. “El Salado es un yacimiento paleontológico por eso estamos siempre atentos ante una subida o bajada de agua del río o ante una lluvia muy fuerte, porque este tipo de eventos originan un gran movimiento que puede hacer que aparezcan fósiles”, cuenta.
Este trabajo fue por años desarrollado ad honorem. “En un principio arranqué por hobbie y después por responsabilidad con nuestra comunidad, pero todo tomó otro rumbo cuando el yacimiento del Salado se hizo conocido a escala internacional”, dice el profesor. “Esto nos enseña sobre el pasado prehistórico de más de 10.000 años, es increíble pensar que en el patio de tu casa pudiste tener un pariente de un elefante o un tigre diente de sable. Todo lo que se rescata es patrimonio cultural de Junín, por eso es mi responsabilidad”, dice Marchetto.
Si bien todas las semanas el quipo sale de “caza” de nuevos restos fósiles, diciembre y enero fueron dos meses de lujo para esta búsqueda por la sequía histórica que desembocó en una bajante de agua extrema. En aquellos meses fueron encontrados una gran cantidad de piezas de mamíferos que forman parte de la llamada megafauna, y que en su adultez puede llegar a pesar más de 1.000 kg.
También cuando las aguas bajan, sube lo prohibido de la mano de personas que van a la búsqueda de restos sin saber o conociendo que la actividad solo puede ser realizada por personal autorizado los que forman parte del equipo del Museo y que llevarse piezas fósiles es ilegal y está penado dentro de las leyes de protección del patrimonio cultural, arqueológico y paleontológico.
Aunque si de cantidad de hallazgos se habla la que gana por lejos es la especie conocida como Macrauchenia, y que como mamífero herbívoro habitó toda la llanura pampeana prehistórica y que mezcla rasgos parecidos al caballo, el rinoceronte, el tapir y el cogote de una jirafa. En el parque natural Laguna de Gómez, a pocos kilómetros de Junín, una réplica de este mamífero sobre la vera del camino principal anuncia que la comunidad contará con un edificio que aguarda su inauguración cuando el frío del invierno y la pandemia bajen su potencia. Allí el profesor junto al equipo seguirán escribiendo la prehistoria de Junín y el legado del río Salado.