Dos primas abrieron El Terruño, un sacudón a la modorra del pueblo. Apuntado al turismo de cercanía, el espacio ensambla la esencia de un almacén tradicional con una feria, la cultura local, la historia de la región y un presente más vivo que nunca.
Esta es una historia donde el destino, el azar, lo predestinado y lo incomprensible juegan un papel importante de la mano de esos actos que se presentan aparentemente intrascendentes pero que terminan desembocando en un cambio radical de vida, de trabajo, de proyecto y de sueños.
Esta historia parece ser el comienzo de una de las novelas de Paul Auster donde un hecho inesperado y sin presunciones termina siendo clave. Una confusión frívola, un llamado telefónico que no debía atenderse o simplemente escuchar una conversación ajena puede cambiar la vida de una persona.
Así le pasó a Verónica Rezk cuando escuchó que su prima, Marita Resk, le contaba a otra persona que su sueño, después de 30 años de docencia, era abrir un comercio. Verónica soñaba lo mismo para su futuro. Después de 25 años de publicista quería crear su propio proyecto para desarrollar sus herramientas de marketing y turismo rural.
Nunca ninguna de las dos le había contada de su sueño a la otra, pero el azar, el destino, lo predestinado las puso en línea. Así nació El Terruño, de una conversación que no debía ser escuchada.
En Morse nada funciona
“El Terruño es una nueva etapa en nuestras vidas. Este proyecto estaba marcado en nuestro ADN porque tenemos sangre de comerciantes”, dice Verónica. A las dos las separa una “s” y una “z” en sus apellidos: Marita Resk es hija de un padre mal inscripto en el Registro Civil.
Aunque lo que no lleva a errores es que su familia está sellada desde Siria con esa impronta que traen sus antepasados inmigrantes que se dedicaban al comercio desde antes de la década del 30.
“Este proyecto estaba marcado en nuestro ADN porque tenemos sangre de comerciantes”
Las “turcas” emprendieron en plena pandemia este almacén, feria y espacio social pensado por ambas, en la misma esquina que su abuela “Doña Sofía” se instalara hace más de 70 años en pleno corazón del pueblo de Morse a pocos kilómetros de Junín.
El padre de Verónica, el “negro” Salomon, continuo el legado de su madre Doña Sofía, cuando esta falleció en el ´76. El almacén de ramos generales donde todo podía comprarse funcionó hasta mediados de la década del ´90. “Siempre estuvo la idea en el aire de seguir nuestra historia, marcada por nuestra abuela, una mujer única”, explica Verónica.
Las primas abrieron El Terruño el 17 de julio pasado contra viento y marea, en plena pandemia, y destruyendo esos mitos que envuelven a los pueblos y que ponen sobre la cabeza de sus vecinos esa idea de que “aquí nada funciona”.
Recrear el espacio desde lo positivo
“Salimos a dar vuelta los galpones de nuestros familiares buscando elementos y herramientas de campo que pudieran hablar de nuestra familia y también de Morse. Nosotros teníamos bien claro lo que queríamos, pero acá en el pueblo y en nuestra familia no entendían que es lo que íbamos a hacer”, cuenta Marita riendo.
“Nos propusimos resignificar todos los objetos de nuestra familia. Recrear el espacio desde lo positivo, no desde lo nostálgico. Buscamos mantener la estética de los años 50, mantener los azulejos y lo que no se pudo recuperar lo salimos a buscar. Recreamos “El Terruño” con los objetos de la abuela más lo de la mamá de Veronica, dándole a todo otro sentido”, sigue Marita.
En la esquina de El Terruño cada visitante juega su juego. Conecta con lo que más le gusta: con la historia de Morse y sus ciudadanos; con su infancia a través de una sala de antigüedades conservadas en perfecto estado y un kiosco repleto de golosinas retro; y con los sabores típicos a través de alimentos y bebidas regionales como quesos, dulces, salames y pastelería criolla producida por los propios vecinos.
“Nuestra idea no es competir con los vecinos”
“Este es un espacio vivo, pensado para integrar la producción del pueblo con expresiones artísticas. Queremos que derrame en el pueblo, estamos convencidas en que si nos va bien a nosotras le va bien al pueblo”, dice Verónica. La economía circular en acción.
“Nuestra idea no es competir con los vecinos. Nuestro ofrecimiento es diferente. Desde la yerba mate suelta, hasta la no incorporación de productos industriales”, dice Marita.
Cuando abre los fines de semana y feriados El Terruño ofrece a los visitantes, llegados de pueblos y localidades cercanas, una oferta gastronómica que los deja boca abierta: picadas, empanadas de carne, choripanes a la parrilla y pastelería criolla con churros y pastelitos a la cabeza. ¿Y para beber? Alguno de los tradicionales aperitivos que aparentemente inofensivos recrean de la mano del alcohol un estado de bella somnolencia.
Para lo que viene las primas van a sacarle el jugo a todos los espacios del lugar para que distintos especialistas lo copen brindando charlas sobre telar, bombos y guitarra.
“El mito dice que “En Morse nada funciona”. El problema es que hay instalar cosas distintas, con un ofrecimiento diferencial. Es invalorable cuando la gente viene y se queda todo el tiempo que quiere. Hemos revolucionado la economía del pueblo”, cuenta con orgullo Verónica.
Lo nuestro es en El Terruño el gran lema para mostrar lo diferente desde lo simple y lo genuino.
¿Cómo visitarlo?
Morse, partido de Junín, Bs. As.
Reservas: (236) 4671269
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