Desde hace seis años Juan Antonio Abdala reconvirtió su vida marcada por el consumo de drogas, en una actualidad lúcida, sensible y honesta, enfocada en ayudar a adictos y a sus familiares. Escuchá la entrevista que le hicimos en Estamos Rodeados.
Cuando en el 2017 Juan Antonio Abdala decidió lanzarse a contar lo que había vivido en relación a su adicción con las drogas, seguramente no planificó nada de lo que vino después. Tras escribir el libro “Crónicas de lo No-dicho”, ese mismo año, comenzó a hablar, a brindar charlas y a reunirse con familiares y adictos, para enfrentar descarnadamente, como lo hace en el libro, al grave problema del consumo de drogas.
“Yo no planifiqué nada. Simplemente escribí un libro. Me tuve que capacitar, hice cursos de neurolinguística porque hablaba sentado. Hice una diplomatura porque es una responsabilidad enorme la que me toca hoy, pero si yo logro que un chico de los 400 que escuchan una de mis charlas en los colegios diga que no, mi vida va a tener sentido. Me voy a estar dignificando”, explica Abdala.
“El productor agropecuario debería convencer y capacitar a sus propios vecinos”
Con sus 48 años es un referente si querer serlo. Transformó la oscuridad que atravesó en su adolescencia y juventud ligada al consumo de drogas, en este presente que lo encuentra dedicado a dejar un mensaje sin pelos en la lengua sobre la gravedad de esta enfermedad.
IMPERDIBLE: ESCUCHÁ LA ENTREVISTA COMPLETA A JUAN ANTONIO ABDALA
“Vivir la adolescencia en los 90 fue atravesar una década donde se potenciaba el flagelo del consumo de drogas. En esos años estaba todo metido debajo de la alfombra. Pero lo peor es que si me madre en el 92 no sabía cómo ayudar a un chico de 16 años, que era yo, hoy tres generaciones después estamos de la misma manera o peor porque el crecimiento del consumo de las sustancias fue más incisivo que las herramientas que tuvieron las familias y la sociedad para enfrentarlo”, cuenta sin vueltas, Abdala, entrevistado en el programa de radio Estamos Rodeados que se emite por LT 20 los sábados a partir de las 10 horas.
“Es necesario aceptar, pero recién se está empezando a cambiar el paradigma. No se acepta que esto está inmerso en la cultura. Que se pueda hablar libremente. Que la gente entienda que somos parte de lo que está pasando. Hay que laburar para que los pibes no las elijan, o al menos tengan las herramientas que mi generación no las tuvo”, dice.
Pronto a lanzar un nuevo libro que será la continuación de “Crónicas de lo No-dicho”, que con frescura, conocimiento y sinceridad recorre buena parte de vida, Abdala está en un presente lúcido, sensible, honesto y cargado de solidaridad hacia con el otro.
“Uno de los mayores problemas es la falta de información y de teoría y lo viví en carne propia en el 2017. Cuando comencé a hablar sobre este tema tuve una gran exposición y me di cuenta que la ciudad no estaba y, aún no está, preparada para hablar libremente de estos temas. Todavía no tiene la suficiente apertura mental. Recién se está construyendo un nuevo paradigma”, dice.
En esa línea Abdala lo que propone es no plantear todo como si fuera luchar contra las drogas sino trabajar para que el ser humano no las elija. Por tanto es necesario hablar, barrer con los tabus, y dejar de tener miedo de ser señalado. “Hay que tener valor y fuerza mental. Y desmitificar para empezar a hablar libremente como se habla de la obesidad, de la bulimia y de la anorexia, y de la violencia de género, entre otros temas que era tabú”.
“La peor etapa del consumo es cuando hay una dependencia total. Tu vida se desorganiza por completo porque la droga maneja todos tus estados, ya sea físico, mental y emocional. Tus vínculos se desgastan, tu relación con la pareja e hijos se rompe. Empezas a comer y a dormir a cualquier hora, faltas al trabajo y todo pasa a ser fisiológico”, explica.
“Hay que tomar conciencia de que esta es una problemática grande. Hay personas que se han muerto, que se han suicidado, hay perdidas de trabajos, de hijos o padres. Esto es muy grave, por eso hay que tener en claro que todo puede volverse trágicamente mal”.
Para Abdala su experiencia personal de recuperación la vivió directamente ligada a un tratamiento dentro de una comunidad terapéutica donde la familia fue parte a través de una psicoeducación donde se incorporaron herramientas y conocimiento para acompañar a la persona que consume. “Van a la par para que cuando la persona recupera un proyecto de vida, la familia ya está fortalecida”.
“Siempre me pregunto porque me pasó lo que me pasó habiendo tenido una vida plenamente feliz. Pero sin embargo me pasó y de alguna manera lo que pongo sobre la mesa es que a cualquiera le puede pasar”, dice. “Desde el momento en que entendemos que hay una salida el presente se vuelve menos trágico. La familia es parte y co dependiente de lo que le pasa al adicto y cuando entras en la última etapa del consumo, la familia desenfoca también su vida. Muchas veces la pareja de alguien que consume termina actuando como una madre o un padre”, explica.
El mensaje es decir que “No” dice Abdala. Pero un “No” que sea verdadero de parte del adicto, que se mueva con impulso y que encuentre en su entorno el apoyo de su familia, y en la sociedad del Estado.