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Detrás del microscopio: cómo la ciencia transforma nuestra vida cotidiana

La doctora Carolina Cristina revela cómo su equipo de investigación trabaja junto a médicos locales para transformar los avances científicos en tratamientos médicos más efectivos.

La ciencia, con su lenguaje técnico y especializado, a menudo parece un terreno inaccesible para la mayoría de las personas. La barrera entre la ciencia y el ciudadano común se refleja en una mezcla de asombro y desconfianza. Sin embargo, figuras como Carolina Cristina desmantelan ese prejuicio, acercando el conocimiento científico y su aplicación directa en problemas reales. Cristina ha dedicado su vida a la investigación de patologías como el cáncer, lo que la ha llevado a colaborar con profesionales médicos en hospitales de todo el país.

 

Como directora de la Secretaría de Investigación, Desarrollo y Transferencia de la UNNOBA, y al frente del Centro de Investigaciones Básicas Aplicadas (CIBA), Carolina Cristina lidera equipos que buscan aplicar el conocimiento generado en el laboratorio para mejorar los tratamientos médicos. Uno de los principales focos de investigación es el cáncer, donde, junto con oncólogos y patólogos, se dedican a estudiar la resistencia a los tratamientos y la identificación de marcadores moleculares que puedan mejorar las terapias actuales.

“Siempre hemos sido muy valoradas. Nuestro equipo del CIBA siempre ha sido muy valorado”, dice Cristina.

“Elijo mi carrera y la sigo eligiendo”, confiesa Cristina entrevistada en el podcast Estamos Rodeados que puede escucharse en LT 20 radio Junín y Spotify. Para ella, la ciencia siempre ha sido una vocación, una pasión. En sus inicios, cuando estudiaba bioquímica en la Universidad Nacional de La Plata, la investigación ya la fascinaba, y hoy sigue con la misma curiosidad y emoción al entrar a su laboratorio, donde colabora con sus becarios y planifica experimentos. En palabras de Cristina, lo que hace único a su equipo de investigación es la capacidad de trabajar en sinergia con médicos, logrando un “ida y vuelta” que enriquece tanto la ciencia básica como su aplicación clínica.

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El Centro de Investigaciones Básicas Aplicadas (CIBA) cuenta con 4 grandes grupos de investigación basados en las ciencias médicas y el medio ambiente: Microambiente Tumoral; Neuroendocrinología/Fisiopatología de la Hipófisis; Inmunogenética de las infecciones y Neuroinmunología Cognitiva.

El trabajo en equipo es un eje central en su día a día, en particular cuando surge la necesidad de colaborar con oncólogos que buscan soluciones para pacientes cuyas enfermedades no responden a los tratamientos convencionales. Cristina destaca que esa colaboración multidisciplinaria es lo que permite avanzar hacia tratamientos más efectivos. “Es un trabajo en equipo claramente… armamos proyectos donde tienen aplicación y base científica”, menciona, haciendo énfasis en cómo la investigación científica complementa el trabajo clínico.

Equipo completo del CIBA.

Para muchos, el trabajo de los investigadores es invisible. A menudo no reciben el reconocimiento que sí obtienen los médicos, quienes están en contacto directo con los pacientes. Sin embargo, Cristina subraya que, al menos en su experiencia, siempre han sido valorados. “Siempre hemos sido muy valoradas. Nuestro equipo del CIBA siempre ha sido muy valorado… la gente entiende la importancia de tener un centro de investigación en Junín”, explica. Esta afirmación es clave para entender cómo se ha gestado un vínculo entre el CIBA y la comunidad local.

A pesar de ello, Cristina reconoce que los científicos han fallado en comunicar adecuadamente su trabajo al público. En los últimos años, desde el CONICET y otras instituciones, se ha promovido la comunicación de la ciencia, lo que ha ayudado a reducir esa brecha entre los investigadores y la sociedad. Pero aún queda mucho por hacer.

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Entre los proyectos más importantes que lidera el equipo de Cristina se encuentra el estudio de tumores de hipófisis. Recuerda con especial emoción cuando obtuvo la primera muestra de un tumor resistente a los tratamientos y, tras analizarlo en su laboratorio, encontró información valiosa que permitió mejorar el tratamiento del paciente. “Para mí fue increíble”, dice al recordar el momento en que el paciente mostró una mejoría, después de haber tratado el tumor con un nuevo enfoque basado en sus descubrimientos.

Esta experiencia es solo una muestra del trabajo que realizan Cristina y su equipo en Junín, donde han desarrollado un banco de tumores que permite avanzar en la investigación de cáncer y otras patologías. El impacto de estos avances trasciende las fronteras de la ciudad, ya que el conocimiento generado en el CIBA se comparte con otras instituciones ampliando las posibilidades de tratamiento para enfermedades complejas.

Finalmente, para Cristina los recursos económicos y técnicos son cruciales, especialmente en las ciencias experimentales, donde los reactivos e insumos importados son esenciales. Sin embargo, destaca que la ciencia argentina está al nivel de la ciencia mundial, a pesar de las dificultades que enfrentan los investigadores locales. “Nuestros doctores se van a hacer postdocs afuera o incluso encuentran posiciones de investigador afuera, porque estamos muy calificados”, comenta.

El trabajo de Carolina Cristina es un claro ejemplo del impacto que la ciencia puede tener en la vida cotidiana, aunque a menudo pase desapercibido. Su pasión por la investigación y su compromiso con la mejora de los tratamientos médicos nos recuerdan el valor de la ciencia, no solo como una herramienta para generar conocimiento, sino como una fuente de soluciones tangibles para problemas que nos afectan a todos.