El 2024 marcó un punto de inflexión para el agro argentino tras la histórica sequía de 2023. Con mejores cosechas, un clima más favorable y medidas económicas que generaron alivios parciales, el sector encara el 2025 con expectativas moderadas, aunque todavía enfrenta desafíos como la presión de costos y la caída de los precios internacionales.
El 2024 cierra con mejores perspectivas para el sector agropecuario argentino respecto al devastador 2023, marcado por una histórica sequía. Aunque los resultados de este año reflejan avances en algunas áreas, otros desafíos siguen pesando sobre el sector.
De la sequía a un clima más favorable
La feroz sequía que afectó al agro en 2023 quedó atrás. Las lluvias regresaron, permitiendo una cosecha fina alentadora: la producción de trigo pasó de 13 a 19 millones de toneladas. Sin embargo, no todo fueron buenas noticias. La aparición de la chicharrita del maíz causó estragos, reduciendo la cosecha de este cereal en un 30% respecto a lo esperado.
En paralelo, los precios internacionales de los granos cayeron también un 30%, sumando presión a los productores. Aun así, el ingreso por liquidación de divisas superó los números del año pasado: mientras que en 2023 se alcanzaron apenas 20 mil millones de dólares, este año ya se superaron los 21 mil millones en octubre.
Medidas económicas y su impacto
El gobierno liderado por Javier Milei prometió en campaña electoral eliminar las retenciones a las exportaciones de granos, pero solo lo hizo parcialmente, beneficiando a economías regionales y algunos segmentos de la ganadería. Otros cambios incluyeron una drástica reducción de la brecha cambiaria y la autorización para liquidar un 20% de las divisas al dólar “libre”.
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Estas medidas representaron un alivio significativo para los ingresos del agro, aunque no lograron desatar una ola de inversiones debido a factores como las pérdidas causadas por la chicharrita, que ascienden a entre 3 y 4 mil millones de dólares, y la falta de excedentes financieros en el sector.
La ecuación insumo-producto, un desafío constante
Un aspecto crítico es el impacto del tipo de cambio en los costos de producción. En la Argentina, la importación de insumos esenciales como fertilizantes y herbicidas es considerablemente más costosa que en países competidores. Sumando retenciones e impuestos, los productores de soja reciben un dólar neto de 600 pesos, mientras que el dólar de importación supera los 1.100 pesos. Esta brecha obliga a los productores locales a producir casi el doble para acceder a los mismos insumos que sus pares internacionales.
Producción, precios y clima: luces y sombras
La salida de La Niña y las lluvias recientes llenaron los perfiles del suelo, lo que augura una buena cosecha gruesa. Sin embargo, los mercados internacionales están tensos. Una gran cosecha sudamericana podría presionar aún más los precios a la baja, sumando incertidumbre al escenario. A esto se suma el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, que podría alterar las relaciones comerciales con China y otros países.
Perspectivas económicas para el agro
De cara a 2025, se proyectan ingresos significativos para la Argentina por la exportación generada por los tres principales cultivos:
- Trigo: 4 mil millones de dólares.
- Maíz: 10 mil millones de dólares.
- Soja: 17 mil millones de dólares.
- Sumados a las economías regionales y la ganadería vacuna, el agro seguirá siendo un motor clave para la economía argentina.
Inversiones: un crecimiento con cuentagotas
La alta inflación y las elevadas tasas de interés han frenado las inversiones en maquinaria y bienes durables. Aunque se espera una reactivación en sectores como tractores y cosechadoras, el ritmo será lento y dependerá de una competencia creciente entre proveedores.
El 2024 cierra como un año de transición para el campo argentino, con claroscuros que dejan margen para la esperanza, pero también para la cautela. El clima favorable y ciertas mejoras económicas sientan las bases de un 2025 que promete ser más alentador, aunque todavía cargado de desafíos.
Por Benito Insúa.