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Sequía y calor extremo: los cultivos de Junín luchan por sobrevivir en una campaña marcada por la falta de agua

El noroeste de la provincia de Buenos Aires enfrenta uno de los años más críticos para la agricultura. Con precipitaciones escasas y temperaturas que superaron los 38°C, el maíz temprano y la soja de primera sufren pérdidas significativas. Mientras algunos lotes con napas cercanas resisten, otros ya muestran daños irreversibles. La esperanza ahora está puesta en las lluvias pronosticadas para las próximas semanas.

La zona de Junín, en el noroeste de la provincia de Buenos Aires, atraviesa una de las campañas agrícolas más desafiantes de los últimos años. La combinación de sequía prolongada y olas de calor extremo ha impactado severamente los cultivos, especialmente el maíz temprano y la soja de primera, que enfrentan pérdidas significativas en sus rendimientos.

Vale decir que se viene de cuatro campañas con precipitaciones por debajo de lo normal, que terminaron por deprimir las napas y disminuyendo la reserva de agua en el suelo, por lo que se depende casi exclusivamente de la lluvia.

El maíz temprano, sembrado entre septiembre y octubre, fue uno de los más afectados por la falta de agua.

Maíz temprano: el golpe de la sequía y el calor
El maíz temprano, sembrado entre septiembre y octubre, fue uno de los más afectados por la falta de agua. Aunque algunos lotes con napas freáticas más cercanas lograron resistir mejor, la mayoría de los campos sufrieron un estrés hídrico severo. La situación se agravó a fines de diciembre, cuando las temperaturas superaron los 38°C durante varios días, marcando lo que muchos productores describen como “el golpe final” para el cultivo.

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“Hubo lotes que ligaron algunas lluvias clave, como 30 o 40 milímetros durante la floración, y esos están mejor. Pero en general, el maíz temprano está muy comprometido”, explicó Javier Alasia, ingeniero agrónomo y productor de la zona. La evapotranspiración, que en plena floración y llenado del grano puede alcanzar los 8-9 milímetros diarios, agravó aún más la situación.

Soja de primera: resistiendo, pero al límite
La soja de primera, sembrada a fines de octubre y principios de noviembre, también enfrenta dificultades. Aunque algunos lotes se mantienen en buen estado gracias a la proximidad de las napas, otros, especialmente en zonas bajas y con suelos salino-sódicos, están “totalmente quemados”, según describen ingenieros agrónomos de la zona. Las recientes lluvias de mediados de enero hasta ahora de alrededor de 60 milímetros brindaron un alivio temporal, pero el suelo seco absorbió rápidamente el agua, dejando pocos beneficios visibles.

Alasia es cuarta generación de productores agropecuarios.

“Vas al campo hoy y parece que no hubiera llovido nada”, comentó Alasia. La soja de segunda, sembrada después del trigo, está en una situación aún más crítica, con pérdidas significativas de plantas debido al estrés térmico e hídrico. Algunos lotes ya registran pérdidas de hasta el 50% de las plantas, lo que pone en duda su rentabilidad.

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La esperanza está en las lluvias
A pesar del panorama desalentador, los productores mantienen la esperanza de que las lluvias pronosticadas para las próximas semanas puedan revertir, al menos en parte, la situación. “Si empieza a llover ahora, todavía hay chance de que el maíz tardío y la soja de segunda se recuperen”, señaló Javier Alasia. Sin embargo, advierten que las precipitaciones deben ser constantes y bien distribuidas para compensar el déficit hídrico acumulado.

Las recientes lluvias de alrededor de 60 milímetros brindaron un alivio temporal, pero el suelo seco absorbió rápidamente el agua, dejando pocos beneficios visibles.

Mientras tanto, el sector agropecuario de Junín sigue de cerca los pronósticos climáticos y evalúa estrategias para minimizar las pérdidas. En un año marcado por la incertidumbre, la resiliencia de los cultivos y la capacidad de adaptación de los productores serán clave para superar uno de los desafíos más grandes de la última década.