En el Partido hay menos de 10 tambos instalados. Sin embargo a pocos kilómetros en Lincoln, Villegas y 9 de julio se desarrolla una cuenca lechera con producción de quesos, generación de empleo específico y empresas proveedoras de insumos.
Hay una tendencia que es mundial: disminuye la cantidad de tambos y los que quedan se van haciendo cada vez más grandes en cuanto a producción de litros de leche. Argentina no es la excepción en ese sentido, aunque sí en otros: se estima que en promedio desaparecen un 3% de tambos por año.
Esta tendencia se aceleró en partidos agrícolas como el de Junín que hoy está lejos de ser una cuenca lechera, como sí lo son partidos linderos como los de Lincoln, General Villegas y 9 de julio donde hay una concentración de tambos mucho mayor.
Hoy en el Partido de Junín hay menos de 10 tambos instalados. En cambio, a pocos kilómetros, en Lincoln, un Partido con el doble de extensión, existen unos 60 tambos en actividad. En estas cuencas lecheras se desarrolla todo un microclima específico que combina producción junto con un mercado laboral específico que abarca personal capacitado y empresas proveedoras de insumos.
En 20 años en Argentina no aumentó la producción de leche. Si bajó la cantidad de tambos y los que se quedaron en el mercado crecieron en producción.
En zonas como la de Junín la gran mayoría de los productores no se vuelca a la lechería, prefiriendo a la agricultura por las menores dificultades operativas. Según Gastón Guibelalde, asesor lechero, “en el tambo se hunde capital como galpones y tecnología que no son recuperables, y cuando suceden momentos de crisis con precios por debajo de la rentabilidad hay que continuar renovando infraestructura y maquinaria. Es ahí cuando el productor decide bajarse y se vuelca a la agricultura que tiene un ciclo corto y que no necesita de capital específico”, explica.
Guibelalde, de profesión ingeniero agrónomo, fue en contra de la corriente y se volcó a la ganadería de carne primero y luego a la producción y comercio de vacas lecheras siendo impulsor del primer sistema de Leasing Ganadero de la Argentina. “En la provincia de Buenos Aires hay superficies de campos grandes en comparación de las cuencas lecheras del llamado núcleo SanCor (Sante Fe-Córdoba) donde las superficies son mucho más chicas. El tambo factura por hectárea el triple que la agricultura y esto es muy atractivo particularmente en superficies chicas”, dice.
El corazón lechero crece en Santa Fe y Córdoba
Cada vez más consolidadas, las tres provincias productoras son Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires en ese orden. El gran valor de la lechería, como suele decirse, es la generación de empleo directo e indirecto, que se traslada a arraigo de las personas en los campos alimentando el concepto de ruralidad.
“Un tambo intermedio, en un campo de 100 hectáreas, que produce diariamente entre 3.000 y 5.000 litros de leche emplea alrededor de 4 personas. En este mismo campo, pero dedicado a la agricultura se emplea como mucho a media persona en promedio”, resume el Guibelalde.
Si bien como se dijo un tambo factura tres veces más que un campo de agricultura, ciertamente el 90% de esos ingresos se va en costos de todo tipo traducidos en maquinaria, electricistas, técnicos, asesoramiento, infraestructura e insumos diarios.
El tambo es interior
“Alrededor de un tambo hay una familia de proveedores muy importante. Y también es generación de trabajo en la industria de elaboración. Además esos empleados se encuentran localmente porque salvo alguna empresa como La Serenisima, el resto de las industrias están situadas en el interior del país, desde conviven multinacionales con microemprendimientos de dos o tres personas”, cuenta Guibelalde.
En la Argentina la mitad de la leche está en manos de pymes que necesitan vender inmediatamente sus productos, generalmente sin espalda financiera y económica para amortiguar una caída de precios o una crisis.
“La leche como producto no se puede stockear como sucede con los granos y con la carne donde se puede elegir el momento de venta. La leche se produce y a la media hora se tiene que ir del tambo y esto le quita posibilidad de negociación al tambero al tener que venderse de manera inmediata”, explica Guibelalde.
El costo argentino
“La Argentina tiene el precio de leche más bajo al productor del mundo. No sucede lo mismo con ese precio cuando llega a la góndola, y ahí juega lo que se llama el costo argentino”, explica el especialista. El costo argentino de elaboración, transporte y almacenaje es el doble en relación con otros países líderes en producción como Nueva Zelanda.
Hoy al productor argentino se le paga unos 33 pesos por litro de leche. En el supermercado el precio es casi 4 veces más. La leche en la gran mayoría de los países se multiplica por dos entre el tambo y la góndola y acá por cuatro.
Crece la participación de los cultivos de invierno en la rotación
Si bien la Argentina está entre los 5 primeros exportadores de leche del mundo, el sector no ha crecido a la par de su potencial, que podría ser dos o tres veces más grande de lo que es. “En 20 años no aumentó la producción nacional de leche. Si bajó la cantidad de tambos y los que se quedaron en el mercado crecieron en producción, pero nunca se dio un nuevo salto potencial para crecer”, cuenta Guibelalde.
El recorrido de la lechería marcó un hito importante en la década del 90 cuando se empieza a exportar cada vez más. Hoy el 30% de la leche que se produce en los campos se exporta, siendo la leche en polvo el gran producto exportable.
Hoy al productor argentino se le paga unos 33 pesos por litro de leche.
Lo cierto es que, si bien para la leche el mercado interno es importante, cualquier intervención o cierre de exportaciones, viejos fantasmas que merodean a esta producción y a todas en general, generaría un gran problema en los precios.
Así en estos vaivenes la producción se desvela en eternas posibilidades de crecimiento que no despegan, en una Argentina siempre observada por otros países lideres en lechería como el gigante dormido.