Con márgenes de rentabilidad acotados, es esencial realizar un análisis detallado que combine criterios técnicos, productivos y económicos, teniendo en cuenta las variables climáticas y los precios internacionales. Giordano destaca la importancia de la comercialización y las herramientas de cobertura para mitigar riesgos y asegurar una rentabilidad.
En el corazón de la Pampa Húmeda, en Junín, los productores agropecuarios enfrentan un entorno desafiante marcado por márgenes acotados, fluctuaciones en los precios internacionales y riesgos climáticos. La planificación de siembra, clave para el éxito de la cosecha, no es una ciencia exacta, pero el ingeniero agrícola Alejandro Giordano ofrece su visión sobre cómo abordar este proceso de forma estratégica.
La base de cualquier plan de siembra radica en analizar cuidadosamente las variables que influyen en el cultivo: los factores técnicos, productivos y económicos. “El negocio agrícola es como una fábrica a cielo abierto”, explica Giordano, destacando los riesgos propios de la actividad, como las inclemencias del clima y los vaivenes del mercado global. “En este contexto, el productor debe ser eficiente y estar preparado para tomar decisiones en tiempo real”, agrega.
El análisis del plan de siembra comienza con un diagnóstico de la situación climática y los precios internacionales de los cultivos. “Los cultivos más sembrados en la región son trigo, soja, maíz y, en los últimos años, el girasol”, detalla Giordano. Sin embargo, las limitaciones de agua debido a sequías recurrentes y el aumento de los costos de producción han obligado a los productores a replantear sus estrategias. “La clave está en proyectar diferentes escenarios y evaluar márgenes de rentabilidad brutos potenciales de cada cultivo”, explica.
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El análisis de los márgenes de equilibrio es fundamental. Giordano menciona que, por ejemplo, para que la soja producida en un campo alquilado se necesita al menos 38 quintales por hectárea para cubrir los costos. En el caso del maíz, la cifra asciende a 85 o 90 quintales. Los rendimientos por debajo de estos umbrales no garantizan la rentabilidad, lo que obliga a los productores a ser más estratégicos que nunca.
Además de lo productivo, Giordano señala dos pilares importantes del negocio: la comercialización y la gestión impositiva. “El productor de hoy es un empresario. La clave está en entender cómo vender la producción y gestionar los riesgos del mercado”, apunta.
“Con la información que hoy nos brinda el mercado, los productores pueden hacer diagnósticos y optimizar la comercialización con ventas anticipadas a través de herramientas como las ventas futuras o forward y también la posibilidad de compra de opciones, como puede ser el put. Todas estrategias de cobertura de precios”, explica.
La tecnología juega un papel crucial en la toma de decisiones. “El productor argentino está altamente capacitado y está incorporando tecnología constantemente”, afirma Giordano. Sin embargo, la falta de políticas públicas claras que promuevan una mayor estabilidad y previsibilidad económica dificulta la capacidad de proyectar a largo plazo, especialmente cuando la mayoría de los campos son arrendados.
En cuanto a los mercados internacionales, Giordano destaca la importancia de observar los precios en los mercados de referencia como el de Chicago. “Los precios internacionales están influenciados por factores globales como la oferta y la demanda, y los productores argentinos deben ser conscientes de estos movimientos para tomar decisiones informadas”, explica. La relación entre los precios de los cultivos y los costos de producción es dinámica, lo que hace que el análisis de mercado sea una herramienta fundamental para el productor agropecuario.
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A pesar de las dificultades, la optimización de la comercialización y la implementación de prácticas sustentables siguen siendo áreas clave para los productores de la región. “Los productores están incorporando prácticas sustentables, como son los cultivos de servicio, con la finalidad de mejorar la calidad de los suelos y la estabilidad de los ambientes a largo plazo”.
Sin embargo, para que estas prácticas sean efectivas, es necesario un entorno económico más estable y políticas públicas que apoyen la producción sostenible.
La planificación de siembra posee un enfoque en la rentabilidad, la sostenibilidad y la capacidad de adaptarse a los cambios del mercado. En un contexto de incertidumbre global, la capacidad de adaptarse y tomar decisiones informadas será, más que nunca, el factor determinante para el éxito de cada ciclo productivo.