Entre cartas, guitarras y silencios, nació una historia que desafió el tiempo. Él, un músico en gira; ella, una mujer libre en un pueblo santafesino. De ese encuentro fugaz brotó un amor imposible… y un Chamamé eterno: Merceditas.
En 1939 llegó a Humboldt, Santa Fe, una compañía de teatro que integraba el guitarrista Ramón Sixto Ríos. En el público presente se encontraba una joven llamaba Mercedes Strickler, ambos, sin saber, protagonizarían una verdadera historia de amor, que años más tarde sería inmortalizada en un Chamamé.
Todo comenzó cuando Ríos invitó a Mercedes a bailar, a quien había avistado desde el escenario mientras tocaba su guitarra. En aquellos años se estilaba bailar entre acto y acto de una obra, y esta vez no fue una excepción, la pista del salón principal del Club Sarmiento era el contexto ideal para el romántico encuentro. Luego de un par de piezas musicales, caminaron juntos por el pueblo, nacía el amor…

Él debía continuar la gira, pero prometió que al terminar su contrato artístico le escribiría una carta para reencontrarse, ella no tenía esperanzas, desconfiaba, sin embargo, él cumplió y a lo largo de dos años compartieron un vínculo muy bonito que fue creciendo con cada carta, con cada encuentro.
Mercedes era una mujer de 24 años que desafiaba las normas sociales de la época, sabía llevar adelante las tareas del campo donde vivía junto a su hermana y su madre, que había vuelto a casarse luego de enviudar. La rebelde rubia de ojos azules tenía dos motocicletas y se vestía a tono según el color de cada moto con la que paseaba por el pueblo. Viajaba a Córdoba para tomar vacaciones y le gustaba mucho montar a caballo.
De espíritu libre y firmes convicciones continuaba su relación con Ríos, hasta que un día todo se desvaneció, él llegó a visitarla, con un ramo de flores, como acostumbraba y una sorpresa, los anillos de compromiso, además con la noticia de haber logrado un trabajo estable en un Banco, esto le permitiría una vida tranquila ya sin las largas giras artísticas, por las cuales se preocupaba Mercedes.

Pero la inesperada reacción de ella, cambió el destino de los enamorados, no aceptó la propuesta de matrimonio y no quiso continuar con la relación. Durante un largo tiempo Ríos, desconcertado, continuó enviándole cartas, pero sin recibir respuestas. Ella siguió su vida solitaria, sus viajes, sus actividades en el campo, y nunca más tuvo pareja. Él, en cambio, se casó y al poco tiempo enviudó.
Pasaron los años, y una tarde Mercedes escuchó en la radio un bonito Chamamé, supo inmediatamente que ella era la protagonista de esa historia plasmada en una canción, conmovida dejó caer unas lágrimas, resignando el recuerdo de su juventud. Los rumores sobre la atrapante historia llegaron a oídos de un periodista, quien investigó profundamente hasta encontrar a aquella rubia de ojos claros, de dulce encanto, allá muy lejos, donde crecen los trigales.
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Luego de entrevistarla, publicó una nota en el Diario “Semanario”, que llegó, por supuesto, a manos de Ramón Sixto Ríos; impactado ante la noticia, no dudó ni un instante y escribió una carta con destino a Humboldt, antes de enviarla, besó la hoja y pidió a Dios le permita volver a abrazar a su gran amor, ella le respondió emocionada, y aceptó un encuentro.
Habían transcurrido más de 40 años, la cita fue en la ciudad de Santa Fe y en ese instante cuando sus miradas se cruzaron nuevamente, él volvió a proponerle casamiento con aquellas mismas alianzas que había atesorado por décadas, con la ilusión de hacer realidad su sueño de amor, pero una vez más ella no aceptó, aunque acordaron usar las alianzas y retomar las visitas, ella viajaba a Buenos Aires, acompañada
de una amiga y él volvía una y otra vez a los pagos de Humboldt.

Entre tantos gestos de cariño, él mes a mes, depositaba en una cuenta a nombre de Mercedes, los derechos de autor generados por su obra. Así continuó esta historia, en cartas repletas de profundos sentimientos, con palabras que nacen de almas enamoradas, de corazones heridos pero fieles, cartas que hoy están guardadas en el baúl de los recuerdos, en algún rincón de aquel pueblito que fue testigo de este amor.
Apenas unos pocos años más pudieron revivir momentos especiales, él tocaba la guitarra y le cantaba, ella lo observaba con admiración, compartieron cumpleaños y otras fechas ocasionales, hasta que en 1995 Ramón Sixto Ríos falleció. Mercedes Strickler fue reconocida como la musa inspiradora de un ícono del folklore musical argentino, recibió homenajes y se crearon monumentos en su memoria.
“Merceditas” la canción que hoy recorre el mundo traducida en más de 7 idiomas, interpretada por los más grandes artistas populares, es la historia de aquel amor eterno inmortalizada en un Chamamé.
Por María Eugenia Alvear
Profesora de Historia










