Santa Ana de la familia Chaver, es un haras con impronta de mujer nacido en el pueblo de Agustín Roca. En poco tiempo inaugurarán el primer centro embrionario de la zona. Desarrollan la cría de las razas Américan Trotter y Hackney. La perlita: Ana Chaver es driver de caballos de trote.
La historia del haras Santa Ana se escribe con nombres de mujeres y está marcada de regresos, un incondicional amor por los caballos y la pasión por una actividad poca conocida: las carreras de caballos de trote.
Lo cierto es que pese al poco tiempo transcurrido desde su retorno en el 2018, Santa Ana se posicionó con fuerza en el mercado regional de caballos después de la primera camada de nacimientos. El regreso al ruedo de la familia Chaver, creadora de este haras ubicado a pocos kilómetros del pueblo de Agustín Roca, continúa con un legado nacido en 1978.
Los Chaver se especializan en la cría de dos razas de caballos: el American Trotter, muy poco común en la Argentina, y el Hackney. A su vez, patearon el tablero innovando con una modalidad de reproducción que va más allá de la inseminación artificial: la transferencia embrionaria, que como técnica consiste en extraer un embrión del útero de una yegua, la madre biológica, para colocarlo en el útero de otra yegua.
Hoy cuentan con 50 equinos y están próximos a habilitar el centro embrionario.
Los caballos, motivo de unión y reunión familiar
‘Trabajamos con mi papá Ariel, mi mamá Maria Luján y mis hermanas Yanina y Araceli. Aparte de la reproducción tenemos caballos en cuida que ya están corriendo’’, cuenta la ingeniera agrónoma Ana Chaver, que con 30 años es una de las impulsoras del regreso del haras y una de las más destacadas driver de caballos de trote de toda la región.
Fue su bisabuela Ana Ferrol una de las mayores inspiradoras del haras Santa Ana, que lleva su nombre. Ella, dice Chaver, fue el motor y el sustento de esta actividad, donde además las mujeres han cobrado un protagonismo fundamental en todo el país.
‘‘Es gracias a ella que estamos acá. Fue una mujer muy trabajadora y apasionada de los caballos. Ella era aguerrida y fuerte’’, cuenta Chaver.
Pero todo se inició en 1978, cuando Raúl Chaver, su bisabuelo, dejó su trabajo como empleado municipal para crear un tambo en la zona de Agustín Roca. Con el correr de los años se dedicó a pleno a la comercialización de caballos.
‘‘Dentro de esos primeros caballos había un American Trotter, entonces sin querer se metió en este mundo. Fue así como mi bisabuelo y mi abuelo comenzaron a criar animales para desarrollar un pequeño haras. Mi papá, heredero de toda esta pasión, empezó a correr a los 14 años’’, detalla Ana Chaver.
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El haras siguió en pie hasta 1989, y luego de un impase volvió a la actividad en el 2017. ‘‘Un día le dije a mi papá que quería correr y me compró un caballo. Por distintas cuestiones terminé corriendo con una yegua, pero de esa manera él volvió a contactarse con los hipódromos y se encontró con conocidos de aquel momento. Así comenzó todo de nuevo’’, cuenta.
Por una cabeza de un noble potrillo
‘‘Para mí y para mi familia el caballo siempre fue un motivo de reunión y de unión. Siempre estuvo presente, lo llevamos en la sangre’’, cuenta Chaver, que fue mucho más allá en su amor por los equinos hasta convertirse en driver de caballos de trote.
La carrera de trote es una actividad donde los animales corren llevando detrás un sulky conducido por un driver. Aquí el conductor va sentado y en lugar de correr o galopar, los caballos marchan, en dos modalidades: paso o trote.
‘‘Desde los 8 años estoy en contacto con los caballos. Desde que tengo memoria participamos de desfiles criollos, mi papá supo desarrollar un centro tradicionalista muy lindo y representamos a nuestro pueblito, Agustín Roca, en distintos puntos de la provincia de Buenos Aires’’, cuenta.
En cuanto a objetivos para este año Chaver se entusiasma: “Quiero desarrollar una buena campaña con mi potrillo; y con respecto al haras deseamos que nos siga yendo bien y pronto poder habilitar el centro embrionario, ya que en la región no hay y lo estamos necesitando’’.
¡Que así sea!
Por Rocío Diaz.