La provincia de Buenos Aires representa el 53% de la producción nacional de miel. Con el correr de los años la zona de Junín fue perdiendo espacio dentro de una actividad que cada día que pasa se parece más a un hobby.
Mayo es el mes apícola. Del 14 al 20 es la Semana de la Miel. La actividad en Argentina se desarrolla en casi todas las provincias y es una posibilidad de trabajo y arraigo. Se estima que hay poco más de 35 mil productores apícolas en todo el país, y el 85% de ellos son pequeños y medianos y un 15% son de escala más grande.
En la zona de Junín la gran mayoría son pequeños productores que rondan las 10-15 colmenas en promedio cada uno. Un poco más alejado, en la zona de Lincoln, la realidad es otra con presencia de apicultores de mayor tamaño.
La provincia de Buenos Aires representa el 53% de la producción nacional de miel. A su vez, más del 90% de la producción de la Provincia se destina al mercado externo.
Aunque los problemas son los mismos: la falta de apoyo económico-político al productor.
Cuenta Gustavo Prieto, productor apícola de Junín que el crecimiento de cultivos como la soja en la zona aumentó el uso de fertilizantes que complica la producción apícola. “Hoy es muy difícil ser sustentable en nuestra región y no viene de estos últimos años, es más bien un decrecimiento paulatino”, explica.
Un hobby que pocas veces llega a ser sustento
“Es un hobby que tratamos de subvencionar. Te lleva el ímpetu porque quien conoce a la abeja no la queras dejar nunca más. A medida vas ingresando en la apicultura vas viendo el equilibrio que aporta al medio ambiente la abeja”, cuenta Prieto.
Si bien la actividad ha crecido en relación a cantidad de productores y comparado con años recientes, la apicultura ha venido siguiendo la misma suerte que la lechería: han quedado en el camino miles de productores que se han volcado a otras actividades más rentables y con un horizonte más prometedor. “Junín ha dejado de ser una zona fuerte para la apicultura” cuenta Prieto.
Una de las trabas al crecimiento es el empleo. Por un lado las complicaciones para tomar empleados en relación de dependencia en esta actividad con poco margen de rentabilidad y por otro la escases de personal capacitado.
“Es una actividad que va más allá de la producción porque abarca también el envasado, el fraccionamiento y el tratado de la miel. A su vez es corto todo el proceso porque se empieza en diciembre la cosecha que finaliza en marzo y en abril se empieza a endurecer por lo que hay trabajar en la calidad de la miel. Es una actividad que requiere 10 años de aprendizaje para ser eficiente”, sintetiza el productor apícola de Junín.
Proponen que los comedores juninenses no solo llenen la panza
Sin embargo y a la par del empobrecimiento del productor la producción apícola admite una diversidad cada vez más amplia de productos: miel, polen, jalea real, cera, propóleo, núcleos, reinas, polinización, apitoxina y subproductos tales como cerveza con miel, cosmética apícola, caramelos de miel y propóleo, velas a partir de la cera natural de las abejas y la hidromiel o aguamiel, una bebida producida solo a base de miel, agua y levadura, que contiene acciones benéficas para la salud.
Pese a todo lo dicho la apicultura representa desde siempre una oportunidad poco valorizada. Una oportunidad que se cristaliza en ser una producción alternativa que podría generar trabajo, riqueza genuina y productos exportables.
Por Benito Insúa.