Cuestionó las normas de una sociedad colonial que limitaba la voz y los derechos de las mujeres. Desde su lucha por un amor prohibido hasta sus célebres tertulias patrióticas, Mariquita se convirtió en una figura clave del siglo XIX. Fue una mujer de fuerte carácter, apasionada por la política, la música y el arte, cuya visión inspiró una generación revolucionaria.
María de Todos los Santos Sánchez de Velazco y Trillo es el nombre completo con el que fue bautizada en 1786 la pequeña niña apodada Mariquita, quien desde muy jovencita hizo valer sus derechos ante una sociedad colonial, conservadora y machista, donde las mujeres no podían tomar sus propias decisiones.
Enamorada de su primo Martín Thompson, encerrada en un convento y con toda la familia en desacuerdo ante este romance, solicitó un juicio de disenso, presentando una contundente carta al Virrey Sobremonte, quien luego de casi un año, finalmente le otorgó a la joven pareja el debido permiso para realizar la boda.
Así comenzaba a ganarse la fama de ser una mujer de coraje, convirtiéndose en una referente de la época, sin dejar de lado su rol como madre de cinco hijos en este primer matrimonio, y de tres hijos más con su segundo esposo. Pero su accionar en aquellos años no se limitó a este relevante episodio romántico de lucha por un amor prohibido, ya que su temperamento y el interés en los asuntos políticos se plasmaron en la organización de prestigiosas tertulias, donde se encontraban personalidades destacadas del ámbito político, participando de fervorosas discusiones sobre el futuro de la incipiente Patria a comienzos del siglo XIX.
Según cuentan relatos tradicionales, el estreno de la “Marcha Patriótica” en 1813, se habría llevado a cabo en su casa y además habría sido la misma Mariquita quien entonara sus estrofas. Sobre este posible suceso podemos hacer referencia a una exquisita obra de arte titulada “Oíd mortales” de Pedro Subercaseaux, que representa ese histórico momento, siendo uno de los protagonistas de este cuadro, el mismísimo General Don José de San Martín, la anfitriona Mariquita Sánchez y el compositor Blas Parera al piano.
Esta mujer cautivaba a quienes la oían hablar y expresar sus opiniones con convicción, y era conocedora de las internas que se tejían a lo largo de diferentes períodos, donde ella siempre supo manejarse astutamente. Decía de sí misma: “Yo soy en política como en religión, muy tolerante. Lo que exijo es buena fe”.
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Como muchos criollos revolucionarios, ella apoyaba el movimiento independentista y se mostraba partidaria de la “Sociedad Patriótica” conducida por Monteagudo. Años más tarde simpatizó con Rivadavia en cuya gestión de gobierno Mariquita estuvo a cargo de la “Sociedad de Beneficencia”. En 1829 se manifestó como federal en el marco de la lucha entre Unitarios y Federales y más adelante fue mentora de la importante “Generación del 37”.
Si bien era una mujer controversial respecto de sus posturas políticas, debemos mencionar que pertenecía a la élite porteña y como tal no se apartaba de su posición social, más allá de sus rebeldes actitudes que se fueron reiterando a lo largo de su vida.
Hoy la recordamos por infinitas anécdotas que con el paso del tiempo fueron construyendo su imagen en la historia, una personalidad avasallante, además de su gusto por la política, se apasionaba por el arte en todas sus expresiones: poetisa, prosista, y además sabía tocar el piano y el arpa. En sus años de adultez le encomendó a Santiago de Estrada que escribiera “Recuerdos del Buenos Aires Virreinal”.
Una mujer transgresora y adelantada a su tiempo, cuestionando el matrimonio por conveniencia y pregonando la educación y la salud de las mujeres, de especial sensibilidad y gran inquietud intelectual. Así fue Doña Maríquita, la dueña de las tertulias patrióticas.
Por María Eugenia Alvear
Profesora de Historia.