A los 28 años, este licenciado en genética egresado de la Unnoba recorrió algunos laboratorios internacionales estudiando el cáncer y sueña con llevar los avances científicos desde la investigación hasta el paciente.
Paolo Rosales, un joven de 28 años oriundo de Junín, provincia de Buenos Aires, encontró su vocación casi por accidente. Licenciado en Genética por la Universidad Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires (UNNOBA), estudiante doctoral en el CONICET y miembro del laboratorio de Microambiente Tumoral del Centro de Investigaciones Básicas y Aplicadas (CIBA), Paolo se mueve con naturalidad entre el microscopio y colaboraciones científicas internacionales. Sin embargo, su historia comienza de manera más simple, en el aula de una escuela secundaria.
Un giro inesperado
“La verdad es que nunca imaginé trabajar como licenciado en genética”, confiesa Paolo. Durante la secundaria, su objetivo era ser veterinario, impulsado por su amor a los animales. Sin embargo, todo cambió en el último año de estudios cuando Claudia Camarero, su profesora de genética, despertó su interés por esta disciplina. “Hablaba con tanta pasión sobre el futuro de la genética que no pude ignorarlo. En ese momento me di cuenta de que algo en mí estaba cambiando”.
A pesar de su inclinación inicial por la veterinaria, la oportunidad de estudiar genética en la UNNOBA, cerca de su hogar, pesó en su decisión. “No quería dejar mi casa ni a mi familia, y estudiar en Junín era una posibilidad real para mí”, recuerda.
El día a día de un genetista
Paolo describe su rutina como intensa y variada. Su trabajo combina experimentos en laboratorio y análisis en computadora, en una búsqueda constante por entender los mecanismos genéticos del cáncer. “La genética es un campo vasto y complejo. Trabajo con cáncer de mama, ovario y colon, que son los más frecuentes tanto en Argentina como en el mundo. Mi enfoque está en el microambiente tumoral, estudiando cómo las células que rodean al tumor contribuyen a su desarrollo”.
Detrás del microscopio: cómo la ciencia transforma nuestra vida cotidiana
La investigación, sin embargo, no se limita a obtener resultados básicos. Paolo se entusiasma al hablar de las aplicaciones potenciales: “Lo que hacemos hoy en el laboratorio podría convertirse mañana en una terapia que beneficie a pacientes reales. Ese impacto es lo que me motiva”.
Una experiencia internacional
En 2023, Paolo tuvo la oportunidad de participar en proyectos internacionales, lo que lo llevó a trabajar en laboratorios de Francia y Alemania. Allí, su enfoque se centró en el cáncer de ovario y mama, respectivamente.
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“Fue una experiencia transformadora”, afirma. “Nunca había salido de Junín y de repente me encontraba en un país con un idioma completamente diferente. Fue un desafío, pero también una oportunidad de demostrar lo que los científicos argentinos tenemos para ofrecer: nuestra capacidad de adaptarnos y resolver problemas de manera creativa”.
Paolo destaca cómo su formación en Argentina le permitió abordar problemas desde una perspectiva práctica, algo que notó como distintivo en comparación con sus colegas europeos. “En Argentina, muchas veces debemos buscar soluciones alternativas porque los recursos son limitados. Esa creatividad es muy valorada en el extranjero”.
La ciencia y su lugar en la sociedad
Más allá de sus logros académicos, Paolo es consciente del desconocimiento general sobre el trabajo de los científicos en Argentina. “Mucha gente no sabe qué hacemos ni por qué es importante. Creo que, como científicos, tenemos el desafío de salir al mundo y comunicar nuestro trabajo. La pandemia fue un punto de inflexión, ya que evidenció el valor de la ciencia para la sociedad, desde las vacunas hasta los test de diagnóstico”.
El laboratorio donde trabaja Paolo, por ejemplo, participó en la detección de COVID-19 y en proyectos de test serológicos durante la pandemia. “Fue una oportunidad para mostrar cómo nuestra labor impacta en la vida diaria de las personas”, señala.
Un futuro con propósito
Cuando se le pregunta cómo se imagina en el futuro, Paolo responde con humildad y pasión: “Quiero seguir haciendo ciencia. Es algo que me apasiona profundamente. También me gustaría transmitir lo que aprendí a nuevas generaciones, enseñar y contagiar la misma pasión que mis profesores me transmitieron”.
En un contexto de incertidumbre para el ámbito científico en Argentina, Paolo sigue comprometido con su trabajo y con su país. Su trayectoria demuestra que, incluso desde una ciudad como Junín, es posible alcanzar logros internacionales y contribuir al desarrollo del conocimiento global.
Ciencia para el desarrollo
El camino de Paolo Rosales es un recordatorio de que la ciencia no solo pertenece a los laboratorios de las grandes capitales. Desde Junín hasta Europa, su historia refleja cómo la dedicación, la curiosidad y el compromiso pueden abrir puertas inesperadas y generar un impacto profundo en la sociedad. En un país que enfrenta desafíos en la inversión científica, ejemplos como el suyo resaltan la importancia de apostar por el conocimiento como motor de desarrollo.