Por María Eugenia Alvear. Se dice que la voz de la guitarra es el alma de nuestros campos y que acompaña la poesía del gaucho pampa.
Es verdad que siempre el ser humano estuvo en la búsqueda de expresarse con improvisaciones poéticas acompañadas con música. Desde los pastores de Grecia en adelante.
Por estas pampas si nos remontamos al siglo XVIII podemos encontrar como escenario particular de los payadores, la Pulpería, característico recinto donde se desarrollaban las primeras manifestaciones de este arte payadoresco que ha trascendido, como tradición bien argentina, hasta nuestra actualidad.
El payador siempre atrapaba la atención de la paisanada, fue quien cumplió un rol destacado a la hora de difundir a través de sus versos, acompañado siempre por su guitarra, historias, anécdotas, penas y alegrías del amor, quejas y reclamos, entre otras tantas temáticas. Todas se reflejaban en las creativas improvisaciones donde las melodías bien camperas se escuchaban de fondo para amenizar la situación.
Sabemos que esta forma de recitar nace como manifestación espontánea de aquel gaucho solitario y andariego. Aunque pronto se fue desarrollando con variantes como los interesantes contrapuntos entre dos sabios conocedores, que eran parte de apasionantes desafíos donde cada uno improvisaba versos, por lo general en rima, demostrando un virtuosismo poético sin precedentes.
Sin embargo, estas formas se fueron adaptando a los tiempos que corrían, podríamos decir que a mediados del 1800 ya cumplían tareas periodísticas, anoticiando a la paisanada de lo acontecido por diferentes pagos en aquellos turbulentos años de nuestra historia. Lo cierto es que, como payador guitarrero, no quedaba aislado de la realidad y no solo rememoraba en sus versos algunas antiguas anécdotas, también manifestaba su descontento, sus ideas, reflexiones y pasiones para el deleite de los presentes.
Hay registros históricos que datan de 1690 donde, por ejemplo, en Córdoba se prohibía “la bulla de gente con guitarras”. No obstante prohibiciones de este tipo no tuvieron demasiado impacto sobre la proliferación de los payadores en nuestro territorio, ya que prosperaron no solo en las pulperías, sino también en las estancias y por fiestas, faenas y fogones, donde estos voceros populares eran llamados cantores de contrapuntos, que además presentaban en sus repertorios interpretaciones de Milongas y Estilos, especies musicales muy típicas de nuestra región pampeana, a las cuales se suma luego la tradicional Cifra.
Como arquetipo de esta etapa no podemos dejar de mencionar a Santos Vega, payador invencible a quien Rafael Obligado inmortalizó en su obra, creándose una de las leyendas argentinas más populares; la lista de destacados payadores es amplia y bien vale encabezarla con el moreno Gabino Ezeiza (criollo de ascendencia afroamericana) a quien hoy recordamos homenajeándolo cada 23 de Julio en el Día del Payador, fecha instituida de forma oficial en memoria de un contrapunto histórico entre “el Negro” Ezeiza y el uruguayo Juan Nava en 1884.
Contrapunto de payadores: Nicolás Membriani y Luis Genaro
No solo en las Pulperías se desarrolló este arte popular tan argentino como el asado y el mate, en el Circo Criollo de los Hermanos Podestá también se hicieron presentes atrapantes payadas en escenas circenses muy bien logradas, dándole aun mayor popularidad y prestigio con carácter de espectáculo y profesionalizando la carrera de muchos payadores. Destacados especialistas del tema mencionan que la “época de oro” del arte payadoresco se dio entre 1890 y 1915 transitando tanto los ambientes rurales como las nacientes ciudades. No por casualidad coincide con el movimiento tradicionalista de principios de siglo XX que se manifestó notablemente, a su vez en la literatura, en el teatro y en la música.
Esta tradición argentina, fiel reflejo de nuestras raíces afortunadamente sigue vigente dentro de las manifestaciones propias de nuestro folklore. Hoy podemos disfrutar de maravillosas payadas en las voces y guitarras no solo de aguerridos gauchos del siglo XXI, sino que del mismo modo contamos con impecables payadoras que se han animado a este arte nacido entre hombres de campo, mujeres bien plantadas, que con valor y gallardía desafían a cuanto hombre se cruce en su camino.
Podemos entonces afirmar que las payadas de ayer y de hoy, son y serán un género popular donde viven las tradiciones de nuestra Patria. Hoy las jineteadas, los festivales, los centros tradicionalistas, los clubes y salones de barrio sobre todo en la provincia de Buenos Aires son los verdaderos espacios naturales que mantienen bien viva esta expresión musical.
María Eugenia Alvear
Profesora de Historia y de Folklore